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CIUDAD DE MÉXICO, México, abr. 8, 2013.- Cuando mi papá no tiene trabajo no como y duelen bien feo las tripas, señala Joel Vázquez.
Joel tiene 15 años de edad y debería de estar en tercero de secundaria, pero su realidad es otra.
Su maestro le pregunta a Joel: ¿Cuántos octavos necesito para formar 3/4? Pero él no conoce la respuesta.
"Pueden por ahí levantar la mano los que tengan la respuesta bien", señala el profesor.
Joel está en quinto año de primaria y su rendimiento escolar deja mucho que desear.
"Le cuesta mucho trabajo concentrarse, le cuesta mucho trabajo utilizar su razonamiento para lograr los aprendizajes", precisa Jaime Pérez Álvarez, profesor de quinto de primaria.
El maestro Jaime entiende que el problema de Joel es de pobreza y marginación.
De carencias, de que vive con el estómago vacío.
"He visto que prácticamente no comen, o sea a veces no desayunan, a veces no cenan, cuando comen es: sí comí frijoles con agua, rara vez él come bien, rara vez", detalla Jaime Pérez.
Guadalupe tiene 45 años de edad y a penas está aprendiendo a leer y a escribir, es la mamá de Joel.
Viven en dos cuartos con techo de láminas, se los prestó un señor porque no tenían dónde vivir.
La precaria vivienda está localizada en una de las colonias consideradas de alta marginación, en el polígono conocido como Las Joyas en la próspera ciudad de León, Guanajuato.
"Las camas fueron regaladas, el silloncito ese me lo regaló una señora y los botes pues son de pintura, son de los que pintaron en las casas y los usamos para sentarnos", señala Guadalupe.
El papá de Joel es "despuntador", cose bolsas y zapatos.
Gana 300 pesos a la semana, pero sólo cuando tiene trabajo.
"Cuando sí tenemos un poquito si almorzamos, comemos y cenamos, y cuando no nos alcanza pues a veces nada más comemos dos días", precisa María Guadalupe Velázquez Alba, mamá de Joel.
Guadalupe asegura que le duele tener hambre, pero dice que le duele más ver a sus hijos con hambre.
Hoy, fue de esos días que por lo menos comieron frijoles, con mucha agua, para que les alcance a todos, unas cuantas tortillas y cinco chiles.
Siempre se quedan con hambre y hay que aguantarse, porque ya no hay más.
"Sí ceno a veces, cuando hay dinero ceno, cuando no hay no, no hay. Duelen las tripas bien feo, unos comen y no invitan pero nos tenemos que aguantar", detalla Joel.
Joel trabaja limpiando suelas para zapatos, le pagan 150 pesos a la semana lo cual sirve para ayudar un poco a su familia.
"Compra uno lo más barato y lo que rinda más para irla pasando mientras se compone el trabajo", indica Humberto Gutiérrez Salazar, papá de Joel.
La tragedia de esta familia es de todos los días, su lucha cotidiana es por conseguir algo para comer.
Este anciano es lo único que tienen, el que los ayudan cuando no tienen nada, es el padre de Guadalupe y se gana la vida vendiendo periódicos.
Cuando le va bien alcanza a juntar 70 pesos al día, con eso vive y le ayuda a su hija.
Con medio bolillo en el estómago Joel se va a la escuela, sueña con ser abogado y junta fuerzas para no faltar a clases, pero está en clara desventaja, rezagado en comparación con sus compañeros de 10 años de edad.
"Yo veo evidentemente un futuro incierto para él, y no solamente para él sino para todas las personas, los niños y niñas que tengan esta situación de carencia alimentaria, sobre todo de un futuro incierto", señala Jaime Pérez Álvarez.
Su situación de carencia alimentaria, de pobreza, de marginación, se puede convertir en una, se ha convertido en una desventaja.
En México, dos millones 900 mil menores como Joel padecen pobreza extrema con carencia alimentaria.
LMM
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