Fieles católicos desafían la lluvia para recibir al nuevo papa

Miles de fieles desafiaron la lluvia en Roma para ser testigos del anuncio del nuevo papa

CIUDAD DEL VATICANO, mar. 11, 2013.- El segundo día del cónclave comenzó como la jornada anterior: lloviendo sin cesar.

Pero a pesar de ello, los fieles se hicieron presentes. Nada, ni el agua ni el frío podían evitar que intentaran ser testigos de la historia.

Sin embargo, la primera fumata del día los decepcionó: el humo que salió de la famosa chimenea fue negro. No había pontífice aún.

Ya por la tarde, la historia parecía repetirse, feligreses, turistas y curiosos se personificaron, y la armada de paraguas pintaba un arcoíris frente a la basílica.

Poco a poco la famosa plaza se fue llenando, pero la sensación era que tendrían que regresar de nuevo al día siguiente, ya que la mayoría de los expertos y la historia apuntaban al tercer día como el posible momento decisivo.

De todas formas, decenas de miles no perdían la fe. Los minutos pasaban inexorables, la lluvia continuaba y el frío calaba los huesos, y hasta una gaviota se posó en la chimenea, haciéndola suya.

Cerca de las siete de la noche hora local, todo era prácticamente silencio, los ojos fijos en la chimenea y las pantallas gigantes. Y de pronto, minutos después, apareció el humo.

Al principio el color fue un tanto obscuro, grisáceo y la emoción de ver aparecer el humo se transformó en desilusión. Se pensaba que era una fumata negra, y de pronto, todo cambió, el negro se fue aclarando y el blanco se hizo presente, los gritos de alivio y felicidad no se hicieron esperar. Los cardenales habían llegado a un acuerdo, el cónclave concluía, y se supo entonces que había ya un nuevo pontífice.

Pero aún restaba la pregunta más importante: ¿quién era el elegido, y de donde provenía? La respuesta vino casi una hora después  y Jorge Bergoglio apareció finalmente en el balcón central de la basílica.

Los presentes escucharon al nuevo sucesor de Pedro con gran atención, las emociones a flor de piel.

Y cuando el papa Francisco desapareció de la vista, la plaza se llenó de un ambiente de fiesta y algarabía y sobre todo, por supuesto, de los argentinos que estuvieron ahí.

"Terrible la sorpresa, bárbara, la verdad que no la esperaba, y cuando nombraron a Bergoglio fue una cosas que...", dice la argentina María Cecilia , una argentina presente en El Vaticano.

Otras banderas seguían ondeando, pero nadie se sintió herido, este Papa, dijeron, es de todos, y lo recibimos con los brazos abiertos.

La fiesta celebrando al nuevo pontífice continuó por un tiempo considerable, con música y baile. Un mensaje de optimismo hacia el futuro.

MACO