Fieles abarrotan iglesias de México para bendecir sus palmas

Con más de 20 siglos de tradición, miles de fieles abarrotan iglesias de México para bendecir palmas y ramos que recuerdan la llegada del Mesías

CIUDAD DE MÉXICO, México, abr. 17, 2011.- Desde la señorial Catedral Metropolitana de la ciudad de México hasta la más humilde capilla católica, lucieron este domingo rebosantes de fieles ansiosos por bendecir las palmas y los ramos, que recuerdan los portados para darle la bienvenida a Jesús en su entrada triunfal a Jerusalén.

Más de 20 siglos después de aquellos a acontecimientos, en todo el mundo católico se repite la ceremonia que ya es costumbre inmemorial.

Los evangelios narran el entusiasmo con el que las personas vitoreaban al Mesías en su arribo a Jerusalén, donde entró montado en un burro, mientras la gente cantaba y agitaba en su honor ramos de olivo.

En México, el domingo de ramos se conmemora con una procesión en la que al final el sacerdote bendice los ramos usados por los fieles, los cuales posteriormente colocan en algún lugar de su casa en el que permanecen hasta el año siguiente, cuando el ciclo se repite.

Por eso, en cada templo, cada domingo de ramos y desde temprana hora, los tejedores y vendedores de palmas y ramos se apuestan en los alrededores para elaborar figuras de todos tamaños y formas, desde un simple ramo de palmas, hasta Cristos estilizados del mismo material.

Los precios están al alcance de todos los bolsillos, porque cuestan desde 15 pesos los más grandes y mejor confeccionados, hasta los prácticamente gratis, ya que sólo se pide una colaboración voluntaria.

De lo que se trata es que nadie se quede sin su palma o su ramo para bendecir.

José Carrillo, experto y hábil tejedor que produce en unos cuantos segundos los arreglos que pone a disposición de los interesados, dijo a la entrada de la Catedral Metropolitana que no lo hace por negocio, si eso fuera no le alcanzaría para vivir.

Explicó que como trabajador del campo cada año por estas fechas, con otros paisanos oaxaqueños, viaja hasta la ciudad de México para ofrecer las palmas y los ramos que los fieles católicos adquieren antes de entrar al templo.

No sabe si este año agotará el material, pues compite con muchos tejedores y vendedores que abarrotan la acera principal de esa iglesia, en la que comparten el espacio con los eternos vendedores de chucherías y productos de plástico que ya son parte del paisaje.

El se da por bien servido con sacar para el transporte, la comida y el hotel de los días de Semana Santa que permanecerá en la ciudad, porque además, regresará con sus propias palmas bendecidas por el Arzobispo de México para repartirlas entre sus parientes y amigos.

Historias similares se repiten en todos y cada uno de los templos católicos de la delegación, de la ciudad y del país, donde se observa la interminable procesión de fieles de todas las edades participando en la ceremonia de bendición de las palmas y ramos.

De acuerdo con el sentido creativo y festivo característico del pueblo de México, las palmas se embellecen adornándolas con materiales como listones, huesos y botones.

Con esos objetos se les dan formas propias de la religión Católica, en especial cruces y Cristos crucificados; en muchas ocasiones las palmas van acompañadas de hojas medicinales o aromáticas, manzanilla y romero, como signos de salud.

Adelantándose a las posibles supersticiones, la Iglesia Católica advirtió que las palmas y ramos benditos no deben considerarse amuletos para evitar el robo de casas o para invocar la buena suerte o librar la mala. Las palmas detrás de la puerta sólo deben recordar que Jesús es El Salvador y que se acepta y reconoce como tal.