¿Si se puede?

Por Karla Iberia Sánchez | Fuente: Foreign Affairs Latinoamérica | 2013-04-22

Huracán Sandy

El drama latino: el acceso a la salud pública en Estados Unidos

 

De lejos, parece que arrasó un huracán. Hay damnificados por todos lados. En fila india, las camillas no permiten ninguna intimidad. Hombro a hombro, dolientes de tez morena intentan hablarles a los médicos "que no les comprenden bien" de sus espasmos y hasta de sus caries; de viejos esguinces, de dolores lumbares provocados tras años y años de colocar techos en las residencias de los suburbios estadounidenses. Casi todos son hispanos.

Bienvenidos a Care Harbor, el proyecto público de asistencia médica más grande jamás organizado en Estados Unidos. Al descender dos niveles de gradas "desde las plateas hasta la zona de cancha", uno se da cuenta de que no es el Ernest N. Morial Convention Center de Nueva Orleans, instalado después del paso del huracán Katrina.

Cajas de gasas apiladas, contenedores de alcohol y esos jóvenes médicos residentes que caminan con premura de un lado a otro anticipan que el reto es grande: los organizadores de Care Harbor, un tipo de hospital móvil situado en el pabellón de Los Angeles Memorial Sports Arena, afirman que en sólo 3 días atendieron 9 000 consultas.

Una pequeña fotografía preocupante: las manos y los pies del país más poderoso del mundo se develan en lo más profundo. Un sistema de salud torcido, lleno de heridas y de callos, excluye a un 30% de la población latina en Estados Unidos que no tiene acceso a servicios médicos.

Alejandro Eusebio.

Alejandro Eusebio sostiene su mano izquierda de plástico en la mano derecha. "Un muchacho me dijo: "Apaga la sierra". Yo fui a apagarla, pero tardó como un minuto en pararse. Hice un movimiento y metí la mano sin querer. No sabía que había protecciones para la máquina. No me explicaron cómo funcionaba..."

Este mexicano de San Juan Bautista Cuicatlán, Oaxaca, baja la mirada hacia la evidencia de un accidente "terrible". "Estaba resbaloso el aserrín y nomás empecé a ver toda la pedacera de carne y de hueso" y me desmayé." El incidente ocurrió en un somnoliento pueblo a 60 kilómetros de San José, California, y a 6 horas de Los Angeles Memorial Sports Arena, que esta tarde presenta largas filas. No de aficionados, sino de pacientes. Unos con migraña y sin dinero para ibuprofeno. Otros, amputados: como este hombre "recio, joven, triste" en busca de algún ortopedista que le asegure que el hueso "soldó bien". A la víctima le fue sugerida una cirugía para implantar los dedos de los pies en la mano. Alejandro Eusebio no pudo aceptarlo. El impacto habría sido devastador.

En la misma carpintería donde Eusebio trabaja, en la localidad de Morgan Hill, California, otro trabajador perdió el brazo en la misma máquina un año antes. "Varias veces trabajé sin protección. A veces, nos daban rotos los guantes o los lentes." Tímido "replegándose como animalillo asustado", Alejandro Eusebio musita: "El patrón es gringo... Me dijo: 'I am sorry'". Le pregunto: ¿quién lo trasladó al hospital? ¿Quién paga por su rehabilitación? ¿Cuenta con el servicio? ¿O una mano de látex 'que asusta de tan suave y real' fue el fin de su historial médico?

Ya son las 4 de la tarde: el calor de cientos de personas en espera en el Los Angeles Memorial Sports Arena se concentra. Las madres latinas improvisan abanicos con los cuestionarios. Son verdaderos damnificados del país del que se fueron y del país al que llegaron.

Los tableros de basquetbol sostienen unos pendones que invitan: Free diabetes test here. Free HIV tests here. Free ocular services here. Hay cifras médicas que indican que el 40% de las personas con niveles altos de glucosa e hipertensión ni siquiera lo sospechaban.

De los trabajadores sin documentos migratorios, un 77% informó que no tenía dinero siquiera para pagar una consulta de emergencia. "La mayoría de los pacientes, sin importar su origen étnico, viene con daños devastadores. En el caso de la atención odontológica, enormes caries. Y a veces, lo único que podemos hacer es extraer las piezas, intentar algunas restauraciones. He visto a adultos muy jóvenes y a gente de mediana edad con esos problemas." Mientras responde, el doctor Gerhard Berdick, de la Western University of Health Sciences,  intenta explicarle a un migrante que no podrá salvarle el diente canino. "El acceso a la salud es un reto para esta población, especialmente en tiempos tan difíciles. Me siento bien de donar mi tiempo a migrantes sin recursos", afirma.

El doctor Berdick, director de una de las más grandes facultades médicas del país, atiende a todo tipo de pacientes: desde obreros de 25 años de edad sin dientes, hasta madres con problemas de encías e infecciones encubiertas. "Esto es algo que no puede ocultarse: el acceso a servicio médico básico es un verdadero reto para mucha gente, especialmente en tiempos económicos tan difíciles. Por eso, nos unimos en Care Harbor, para ayudar a una comunidad que no tiene recursos."

Con una enfermedad o una lesión permanente, elegir entre la deportación o quedarse es un dilema. El Pew Research Center informó en su último estudio que el 63% de los trabajadores sin documentos migratorios, denominados por el estudio como unauthorized adults, tenía 10 años o más en Estados Unidos. A veces, trabajando clandestinamente, como Eusebio. Otras, en el pequeño negocio de un pariente. Otras más, con el  número de seguridad social de un muerto. "Como sabes, en este país es muy difícil obtener el servicio médico, a menos que tengas seguro social. Hay personas que han expresado que nunca, desde que llegaron al país, han visto a un doctor. Y conmueve mucho que están aquí los 4 días de la feria; traen a sus niños a vacunar y, si no pueden venir, no los vacunan. Hay muchas mujeres que han estado 15 años aquí y nunca se han practicado un papanicolaou", señala Nadia Hernández, vocera de Care Harbor.

Por falta de liquidez, por no contar con licencia de manejo o vehículo, por miedo a la deportación, una de cada diez mexicanas sin documentos migratorios carece de atención prenatal y llega al hospital al momento del parto. El gobierno de Estados Unidos ha advertido que las mujeres inmigrantes que no reciben atención previa al alumbramiento cuadruplican el riesgo de tener bebés enfermos o de bajo peso.

Sí se puede.

"Sí se puede", dijo Barack Obama en su primera campaña en 2008. "Sí se puede", repitió Obama al impulsar una de sus primeras grandes reformas: la firma, en marzo del 2010, de la Ley de Cuidado de Salud Asequible, conocida como Obamacare, que quizá representa el mayor cambio regulatorio en los servicios de salud masivos en Estados Unidos, desde la creación de Medicare y Medicaid a mediados de los años 60.

 

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