¿Adónde se fue la cigüeña?

Por Steven Philip Kramer | Fuente: Foreign Affairs Latinoamérica | 2012-12-10

Natalidad

Cómo elevar la tasa de natalidad y evitar la caída demográfica

Durante gran parte de la historia de la humanidad, las tasas de natalidad y de mortalidad elevadas han sido contrapeso una de la otra. Sin embargo, este equilibrio empezó a cambiar en el siglo XIX, cuando mejores condiciones de higiene y de nutrición acrecentaron la longevidad. La población mundial se disparó de unos 1000 millones en 1800 a 7000 millones en la actualidad.

Aunque la sobrepoblación afecta a gran parte del mundo en vías de desarrollo, muchas sociedades desarrolladas ahora padecen del problema contrario: una tasa de natalidad tan baja que cada generación es más reducida que la anterior. Gran parte de Europa meridional y oriental, así como Austria, Alemania, Rusia y los países desarrollados del sureste Asiático, registran tasas de fertilidad alarmantemente bajas: menos de 1.5 niños, en promedio, por cada mujer. Por ejemplo, la tasa de fertilidad total es de 1.6 en Rusia, 1.4 en Polonia y 1.2 en Corea del Sur. En Estados Unidos es de 2.05, aproximadamente el nivel de reemplazo generacional.

Por otro lado, las mujeres tienen menos hijos en los países desarrollados, pero ahí la expectativa de vida ha alcanzado máximos sin precedentes. Como resultado, la relación de dependencia ?la proporción entre la población que es económicamente activa y la que no lo es? se ha vuelto cada vez más desfavorable y, según pronósticos, empeorará todavía más. En muchos países, la distribución etaria tendrá, en un futuro, la forma de una pirámide invertida cuya estrecha base de jóvenes sustentará precariamente a una mayoría entrada en años. Con menos personas en edad laboral a quienes cobrarles impuestos, los gobiernos tendrán que elegir una de varias opciones desagradables: reducir las prestaciones, subir la edad de jubilación o aumentar los impuestos. Para empeorar las cosas, el crecimiento económico resulta más difícil de alcanzar conforme los trabajadores envejecen y sus filas se reducen; a las sociedades envejecidas no les es fácil prosperar en esta era de cambios tecnológicos rápidos que demanda empleados flexibles.

Las bajas tasas de natalidad no sólo ponen en riesgo la viabilidad de los Estados benefactores del mundo desarrollado, sino la supervivencia misma de los países desarrollados. En gran parte de Europa y Asia, la despoblación es una posibilidad real. Ahí, los países corren el riesgo de caer en lo que los demógrafos denominan "trampa de la baja fertilidad", un círculo vicioso en el que cada vez menos mujeres tienen cada vez menos hijos, lo que ha llevado a una espiral acelerada de despoblación. En algunos países, como Austria y Alemania, tal vez ya sea demasiado tarde: las encuestas muestran que las mujeres de esos países sólo quieren tener, en promedio, 1.7 hijos, muy por debajo del número necesario para evitar una contracción demográfica, aunque en realidad tienen un promedio de 1.3 hijos aproximadamente. En estos países ya se está gestando una subcultura de nuliparidad, es decir, muchas personas optan por no tener descendencia.

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