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"Ahora si va, va mal ahora porque lo que a nosotros pasó afectarnos como productores de café fue el precio bajo que estuvo. Eso a nosotros nos afectó y a la gente también que trabaja", dice José Antonio Gómez Gómez, de 23 años, habitante de la Sierra Madre de Chiapas.
José Antonio es indígena tzotzil. Su sueño es conocer el mar. Y su aspiración es estudiar algún día la carrera de biólogo marino.
"Nunca he estado en el mar, ver estudiar los animales, todo lo que hay en el mar, llegar a fondo, investigar todo lo que el mar tiene", explica José Antonio.
Pero por hoy tiene que olvidarse de sus sueños y aspiraciones frustradas para enfrentar su realidad: la de un joven indígena de 23 años de edad que sólo pudo terminar la primaria y que nunca ha tenido un empleo fijo.
Desde hace dos años, los precios del café se desplomaron en más de 50% y las cosas van de mal en peor porque el trabajo está escaso en la región.
"Nos ha afectado el precio del café pero tenemos que echarle ganas y chance y algún día suba, de eso nada más podemos vivir aquí".
José Antonio vive en la apartada comunidad de Santa Rita ubicada en una región cafetalera de la Sierra Madre de Chiapas.
"No hay fuentes de empleo, bueno la gente se dedica sólo a la agricultura de autoconsumo, al café que es como la actividad económica principal de la gente, pero no dan los recursos para vivir todo el año y qué es lo que hace la gente pues migrar", explica Carolina Guzmán, habitante de la Sierra Madre de Chiapas.
A los 15 años de edad, el joven tzotzil se vio obligado a migrar a la Ciudad de México para buscar trabajo y lo encontró en un Hospital de Candiles en el que le pagaban 400 pesos a la semana.
"Sí 400 pesos, había domingos que si descansábamos y había domingos que no".
En la Ciudad de México, intento estudiar la secundaria abierta y aprender computación. Pero no lo logró, porque tuvo que regresar a su pueblo sólo para ver morir a su padre fulminado por la diabetes.
"Él fue dejando de comer, después quedó en silla de ruedas, se le durmieron las dos piernas, se le fue la vista hasta llegar a morir".
La enfermedad de su padre dejó a su familia en la ruina.
Tuvo que vender su casa y una camioneta, y además pedir dinero prestado, para pagar una cuenta de hospital de 350 mil pesos.
"Si él estaba joven, de 52 años se murió. El nos decía que ya no, pues que ya no vendiéramos pues lo poco que teníamos porque él no se iba a componer, él estaba consciente de eso, pero nosotros no lo dejamos morir así fácilmente, tuvimos que luchar por él".
Doña Francisca Gómez Moreno extraña a su marido. Es la mamá de José Antonio. Ahora él tiene que ver por bienestar de ella, quien también padece diabetes.
"Ahorita ni hay trabajo, ni hay dinero, no valió el café, bajó mucho".
En estos días, José Antonio consiguió un trabajo de ecoguarda en la Reserva Ecológica El Triunfo. Fue sólo por dos semanas. Le pagaron 3 mil pesos.
Con eso se las tendrá que arreglar durante los próximos cinco meses, con la esperanza de que suba el precio del café y vuelva a ser negocio.
Si no, en realidad no sabe qué va hacer para conseguir un trabajo de peón o jornalero, porque no tiene otra opción aquí en la Sierra.
"Pues es triste vivir así", lamenta José Antonio.
Le gusta caminar hasta la parte más alta de la Sierra Madre para seguir soñando porque desde aquí, cuando está despejado, se ve el mar.
"Ganas de estar allá, de poder volar y llegar hasta allá, si me imagino que ha de ser bonito el mar".
Pero José Antonio tiene Las Alas Rotas y no puede emprender ese vuelo.
"Por eso me gustaría le digo ser biólogo, biólogo marino, llegar a descubrir mucho lo que hay en el agua, mucho en el mar, ese es un deseo, cosa que aquí no se llegará, no se va a realizar nunca, pero yo creo que toda persona puede vivir con un sueño".
En México 578 mil jóvenes indígenas, como José Antonio, no tienen un empleo formal.
AGHO
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