Croacia y la Unión Europea

¿Un choque de intereses?

Croacia fue aceptada el primero de julio del corriente como el vigésimo octavo miembro de la  Unión Europea, organización con sede en Bruselas; sin embargo, el camino de esta adhesión ha sido uno largo. Los sucesos de la guerra étnica a comienzos de la década de los años 90, un tema que aún se puede palpar en la sociedad croata, ha sido una lacra que el país ha arrastrado en el proceso de formar parte de la organización que integran gran parte de  sus vecinos europeos.

En general, para muchos ciudadanos de los países de la antigua Yugoslavia, se ve como un sueño el  poder ser parte de la Unión Europea, sobre todo en países donde reinan las disputas entre grupos étnicos, como es el caso de Macedonia (con una minoría albanesa que ocupa el  20% de la ciudadanía total, pero el 90% de la población de algunas ciudades) y Bosnia y Herzegovina, donde los tres grupos mayoritarios, bosniacos, serbios y croatas, no han conseguido una verdadera unión en casi 20 años de posguerra. Por lo tanto, la Unión Europea, en busca de un concepto de ciudadanía que va más allá de las nacionalidades de cada país, es vista por los exyugoslavos como una solución a sus conflictos interétnicos, no obstante su paralelo gusto por diferenciarse étnicamente de otros. Si bien los miembros de los países de la antigua Yugoslavia comparten sus raíces, tradiciones, música, cultura, gastronomía y tienen una lengua muy similar (aunque muchos lo nieguen), les separa la religión y aún predomina en la región el racismo y el desconocimiento sobre aquellos que pertenecen a un grupo étnico diferente. Empero, es de destacar que los exyugoslavos, con nostalgia recuerdan aquellos años en los que el Mariscal Tito supo unirlos a todos bajo una misma bandera, años que la gente recuerda con añoranza como si fueran los tiempos idílicos de su historia. Ahora, la bandera azul estrellada podría ser una solución similar a la de Tito, puesto que, además  de lo expuesto  y el estatus que otorga la misma, es una oportunidad de quitarse el complejo de inferioridad común en los Balcanes.

Croacia viene celebrando el proceso de anexión a Bruselas desde hace unos años, ya que siendo un país que había vivido la cruel guerra balcánica, se convertía en el primero en entrar al prestigiado grupo donde estaban la mayoría de sus vecinos. Ahora bien, Eslovenia, ese pequeño país al norte de Croacia, es parte de la UE desde el año 2004, sin embargo, existen diferencias entre estos países: Eslovenia era el país más rico de Yugoslavia cuando se declaró independiente, su guerra de independencia sólo duró diez días y no tuvo nunca presencia de alguna minoría fuerte.

Claro que Croacia tiene como ventaja ser, tras Eslovenia, el país más próspero y rico de los que formaban Yugoslavia. Gran parte de la infraestructura del país no tiene nada que envidiar a muchos de sus vecinos europeos. Por otro lado, los mayores obstáculos que presentaba el gobierno de Zagreb para anexionarse a la Unión eran la corrupción y  su pasado atroz, pues durante la guerra balcánica, el ejército croata realizó una limpieza étnicas contra los serbios dentro de sus fronteras y colaboró con el ejército  bosniocroata para hacer lo mismo en el país vecino contra los habitantes musulmanes o bosniacos. Actualmente, ambos temas van mejor en el país, pero es inevitable repensar en estos puntos cuando hablamos de la integración con Europa Occidental.

Por ejemplo, al respecto de su pasado, hace unas semanas, el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia condenó a Franjo Tudjman, considerado como el padre de la nación croata- primer ministro del país desde su independencia hasta 1999- como uno de los mayores responsables de la limpieza étnica en Bosnia y Herzegovina. El hecho se volvió escandaloso cuando Zoran Milanovic, primer ministro actual, cuestionaba en público el fallo, como muchos de sus ciudadanos que furiosos también reclamaron la decisión de La Haya en abril en 2011 contra Mladen Markac y Gen Gotovina, condenados a 18 y 24 años de cárcel, respectivamente, por cometer atrocidades contra los serbios en 1995. Gotovina era un personaje polémico, ya que la Unión Europea condicionó la adhesión de Croacia a su detención y extradición, petición que el Gobierno Croata consideraba inaceptable pues la nación debía estar orgullosa de todas las personas que contribuyeron a su victoria independentista. La historia terminó en noviembre de 2012, cuando el Tribunal declaró que no había pruebas de que los generales se hubieran fijado objetivos civiles de forma deliberada o de que hubiera un plan de limpieza étnica, por lo que fueron absueltos. A su liberación, muchas personas los recibieron en Zagreb como héroes.

Todo esto a que la entrega de criminales de  guerra nacionales es un paso casi  fundamental para la adhesión con la UE para cualquier país. De hecho, cuando en 2011 las autoridades de Serbia dieron con el paradero de uno de los genocidas más buscados de este siglo, Ratko Mladic, muchos comentaban que la verdadera razón por la que Belgrado había entregado a su criminal más buscado, no era otra que convencer a Bruselas de que Serbia cumplía las premisas de su candidatura a la adhesión. Vale decir que hasta ese momento, Mladic vivía entre vecinos serbios sin ser delatado.

La limpieza étnica que caracterizó la guerra de Croacia y Serbia supone haber matado al menos 100 mil bosnios musulmanes y haber desplazado a 200 mil personas aproximadamente  por lo que los habitantes serbocroatas del país pasaron de ser el 12% de la población total del país antes de la guerra, a poco más del 4% que representaban en el censo de 2011. Estos desplazados se vieron obligados a emigrar a otros países y en repetidas ocasiones se ha criticado a Croacia por que en todos estos años de posguerra, nunca ha tomado medidas eficientes con el objetivo de ayudar a los exiliados a volver a sus hogares.

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