Quiero ver sangre (Primera parte)

Por Alberto Tinoco | Fuente: Noticieros Televisa | 2012-10-25

Quiero ver sangre

La lucha libre en México se ha convertido en parte de la cultura popular del país

CIUDAD DE MÉXICO, México, oct. 25, 2012.- Esta es una historia de "relevos australianos", de máscara contra cabellera, que pasó de la sucia lona de los cuadriláteros del viernes, a las pomposas salas de cine del domingo, que se instaló en los comics del puesto de periódicos de la esquina para brincar desde la tercera cuerda a la pantalla chica  y de ahí aterrizar con la "hurraca-rana" en las páginas de "Quiero ver sangre", la historia ilustrada del cine de luchadores en donde tres periodistas: Raúl Criollo, José Xavier Nava y Rafael Aviña, auténticos luchadores de la vida real, hacen gala de sus mejores llaves para enfrentarse a dos de tres caídas sin límite de tiempo.

"Es una gran expresión de la cultura popular mexicana y un gran invento fílmico que no tiene parangón en ninguna otra parte del mundo. Todo lo que son las máscaras, los atuendos, los retos de llevar el cuadrilátero al espacio fílmico es sensacional, porque mucha gente busca nostalgia", dijo José Xavier Navar, coautor del libro "Quiero ver sangre".

"El cine mexicano tiene pocos emblemas perdurables, las únicas garantías son Pedro Infante y el santo, es decir, el melodrama de la comedia ranchera y el cine de luchadores y eso me parece que es un gran espejo de lo que ha sido nuestra cultura y nuestro cine, a través de la máscara", comentó Raúl Criollo, coautor del libro "Quiero ver sangre".

Pisar una arena de lucha libre puede ser para algunos una experiencia lúdica, liberadora, un verdadero ritual del caos  donde al calor de unas cervezas, uno puede exorcizar sus demonios o entronizar a sus héroes, que usan máscara y pantalonetas de colores brillantes.

Porque sólo en la mitología del ring entre las 12 cuerdas de este teatro del absurdo, donde todo lo imposible es posible, lo grotesco está perfectamente elaborado y sólo se permite la simulación con todos sus extremos, en una lógica que parece improvisada aunque sea una fantasía perfectamente calculada.

"La máscara es un encanto, es mágica y si un niño te descubre el rostro se termina el encanto", comenta Tinieblas, actor y luchador profesional.

La lucha libre, en sus lances espectaculares, en sus frenéticas llaves, en su poderoso drama entre el bien y el mal, dibuja un espejo que refleja eso que somos, pero que a veces nos da miedo reconocer.

Así como en la vida misma, el luchador rudo, el hombre malo del ring, vive con la trampa y trafica con la traición.

El luchador técnico, arropado en su bondad, siempre le dará un último respiro a su rival y como en la vida misma, tan pronto se descuide, será atacado por la espalda.

Porque así como sucede en la lucha del libre, en el cuadrilátero de la vida real, siempre habrá quién le tire un codazo a traición, o quién le aviente el rodillazo en eso que llaman "las partes nobles", qué se le va a hacer, cualquier semejanza con la realidad entre los rudos y los técnicos, es mera coincidencia. De ahí nuestra necesidad o necedad de reclamar vengadores enmascarados.

"Tú sabes que el bien siempre triunfa sobre el mal, entonces creaban las momias, creaban los monstruos, en donde el luchador sufría lo que hacíamos cine y que al final vencíamos todo eso", comentó Tinieblas, actor y luchador.

Dicen los teóricos que: "La función del luchador no consiste en ganar, sino en realizar exactamente los gestos que se esperan de él, lo que el público reclama es la imagen de la pasión, no la pasión misma".

Pocas veces la sociedad mexicana, aquella que comenzaba a perder la inocencia, tuvo representantes populares, como los luchadores,  tan cercanos y tan lejanos al mismo tiempo. Héroes de carne y hueso que en la lucha del viernes te regalaban un autógrafo y en la película del domingo, enfrentaban a las mujeres vampiro.

"Hay algo único en el mundo y es que tu puedes ver al héroe frente a ti y la gente podía ir a ver al santo y a Blue Demon y podía tomarse una foto con él, podía tocarlos cuando se bajaban del ring podían pedir autógrafos, o sea, el hecho de que la gente pudiera verlo por la mañana en el cine y por la noche verlo en vivo en la arena coliseo. Eso es algo verdaderamente impensable en cualquiera otra clase de personajes a nivel mundial", señaló Raúl Criollo, coautor del libro "Queremos ver sangre".

"La gente iba a vernos porque ya te había visto en la película y no lo creía que fueras tu", destacó Tinieblas, luchador y actor profesional.

Mañana hablaremos de cómo pasó la lucha libre del sudor y la sangre de los cuadriláteros a las salas del cine, donde encontró su mayor eco popular, porque la verdad, a poco nunca se ha entretenido con una película de luchadores. Quien esté libre de culpas, que arroje la primera piedra, o mejor dicho que salte de la tercera cuerda.

"En un determinado momento el cine de luchadores sostuvo al otro cine mexicano, al que iba a los festivales. Eso nunca estuvo bien visto", dijo José Xavier Nava, coautor del libro "Queremos ver sangre".

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