Editan facsimilares del 'Calendarios del pensador mexicano'

Por Redacción | Fuente: Cortesía | 2011-09-29

El INAH editó el testamento y los dos calendarios que hizo en el siglo XIX el escritor José Joaquín Fernández de Lizardi, años después a la Consumación de la Independencia

CON INFARMACIÓN E IMAGEN CORTESÍA DEL INAH

CIUDAD DE MÉXICO, México, sep 29, 2011.- El calendario, pequeña publicación de bolsillo que en el siglo XIX se convirtió en la literatura popular por excelencia del México independiente, fue uno de los materiales en que el escritor Joaquín Fernández de Lizardi, mejor conocido como El Pensador Mexicano, dejó plasmado, con su lenguaje coloquial y sarcástico, su sentir sobre la joven nación mexicana.

Dos de estos calendarios elaborados por Fernández de Lizardi en 1824 y 1825, prácticamente inaccesibles para el público debido a que se encuentran en fondos reservados o en algunas colecciones particulares, fueron editados en versión facsimilar por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), bajo la coordinación de la investigadora Laura Herrera Serna.

Presentados en el marco de la XXIII Feria del Libro de Antropología e Historia (FLAH), que se realiza en el Museo Nacional de Antropología, las reproducciones de estos calendarios se acompañan de un tercer texto que constituye el Testamento y despedida de El Pensador Mexicano, escrito en 1827 pero publicado por el impresor Simón Blanquel hasta 1868.

Autor prolífico, considerado el iniciador de la novela hispanoamericana, José Joaquín Fernández de Lizardi irrumpió en la vida pública durante el movimiento de Independencia, con la publicación de hojas sueltas, folletos y del periódico El Pensador Mexicano, que duraría sólo dos años debido a la censura. Desde entonces, decidió adoptar ese seudónimo.

"Fernández de Lizardi escribía todos los días y a todas horas; su interés por expresar sus ideales de libertad, justicia e igualdad, lo condujeron a incursionar en diversos géneros literarios, como la novela, siendo El Periquillo Sarniento la más conocida. Fue un personaje polémico, criticado por su tendencia a escribir en un lenguaje popular y sarcástico", comentó Herrera Serna, especialista de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia.

La historiadora, quien coordina un proyecto de investigación sobre los calendarios mexicanos de 1782 a 1910, detalló que a través de estos materiales el escritor manifestaba su ánimo optimista respecto al futuro de la patria y pretendía divulgar la educación cívica en forma masiva.

En ambos calendarios, dijo, adquirieron gran importancia las ilustraciones, grabados en placas de cobre y al aguafuerte, realizados por Luis Montes de Oca, lo cual evidenció el  propósito de Fernández de Lizardi de hacer más atractivos y didácticos estos materiales que inundaban las calles de la capital y de otras ciudades, ya que se tiraban por millares y se distribuían en librerías, lugares de lectura y a través de vendedores ambulantes.

"Toda la gente compraba calendarios, ya que eran de gran utilidad durante todo el año, aún para quienes no sabían leer, pues los grabados daban cuenta de las fases lunares y, además, tenían bajo costo (un real en promedio, equivalente a un octavo de peso), de tal modo que lo adquirían desde las altas jerarquías hasta el más humilde proletario", señaló Laura Herrera.

Debido a su amplia distribución, los almanaques eran un medio ideal para difundir la más diversa información, como notas cronológicas, eclipses, festividades, témporas, el santoral y las fases de la luna. Durante los últimos años del virreinato, el "privilegio real" para publicar calendarios y guías de forasteros correspondía únicamente al impresor Mariano José de Zúñiga y Ontiveros, quien conservó esta prerrogativa hasta la Consumación de la Independencia.

Al reestablecerse la libertad de imprenta, nuevos tipógrafos e impresores entraron en competencia y casi todos incursionaron en la edición de los populares calendarios, que también interesaron al escritor José Joaquín Fernández de Lizardi, como vehículo para externar sus ideas.

El primero en salir a la luz fue el Calendario Histórico y Pronóstico Político para el año bisiesto de 1824, en el que hace una apología de los héroes de la Independencia, entre ellos Miguel Hidalgo, José María Morelos, Ignacio Allende, Nicolás Bravo y Mariano Matamoros. "Las imágenes son muy ingenuas, los personajes retratados se parecen mucho entre sí, pero hay un reconocimiento a cada uno al pie del grabado, en el que se exaltan sus virtudes y su papel en la gesta libertaria".

En este calendario, Fernández de Lizardi ofrece una cronología de los hechos históricos que van desde la fundación del imperio mexica hasta la instalación del Congreso Constituyente de 1823, ligando los acontecimientos con el Grito de Dolores.

También incluye efemérides y pronósticos intercalados en los meses del año; en el de diciembre, por ejemplo, expresa sus inquietudes sobre la búsqueda de la libertad, el respeto a las leyes, la educación democrática de los mexicanos, y manifiesta su crítica a las tradiciones religiosas que mantenían sumido al pueblo en la ignorancia.

Al año siguiente publicó un segundo calendario, "dedicado a las Señoritas Americanas, especialmente a las Patriotas", en el cual se advierte la importancia que el escritor concedía a la mujer en la construcción del país. "Las protagonistas de este impreso son las mujeres que participaron en la lucha insurgente, entre ellas Leona Vicario, Mariana Rodríguez de Lazarín, Fermina Rivera y Josefa Ortiz de Domínguez, a quienes se refiere como ?las ciudadanas?, de acuerdo con el modelo revolucionario francés".

El tercer texto dentro de este paquete de facsimilares, publicado por Simón Blanquel en 1868, es el Testamento y despedida de El Pensador Mexicano, que tiene en la carátula la imagen de la emperatriz Carlota, debido a que el impresor utilizó la portada del calendario del año anterior cuando todavía gobernaba el emperador Maximiliano de Habsburgo.

"Es un texto curioso en el que Fernández de Lizardi se retrata de cuerpo entero", comentó Laura Herrera. "En este testamento habla de todo el mundo, de los españoles, los canónigos, los frailes, se burla de sí mismo y escribe su propio epitafio, que dice: ?Aquí yacen las cenizas de El Pensador Mexicano quien hizo lo que pudo por su patria".

Al final del testamento, hay una nota en la que el editor Blanquel indica que a la muerte de Fernández de Lizardi, en 1827, él se quedó con sus documentos y por eso los publicaba, a pesar de que no estuviera totalmente de acuerdo con sus ideas. "El célebre escritor falleció justo el año en que hace su testamento, persuadido de que iba a morir en breve debido a que padecía tuberculosis", comentó la investigadora.

Finalmente, Laura Herrera Serna señaló que Fernández de Lizardi fue un escritor amante de su patria, humano, sensible, íntegro y apasionado, "un luchador infatigable porque los mexicanos se convirtieran en verdaderos ciudadanos, con derechos y obligaciones, en una todavía incipiente democracia".

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