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Por: Víctor Montufar
CIUDAD DE MÉXICO, México, ene 12, 2011.- A un año de la tragedia en Haití nada parece haber cambiado. La pobreza se extiende a lo largo y ancho de esta nación.
Cientos de miles de personas aún viven en campamentos de refugiados. Esperan que la ayuda llegue algún día.
El 12 de enero de 2010 un sismo de siete grados en la escala de Richter sacudió esta isla caribeña.
La caída del Palacio Presidencial fue el preludio de lo que sería la tragedia más grande en la historia de ese país, el más pobre del continente americano
Casas, escuelas, hospitales e iglesias se vinieron abajo. Puerto Príncipe, la capital, quedó en ruinas.
La fuerza del movimiento se sintió en Cuba, Jamaica, República Dominicana e incluso Venezuela.
Según cifras oficiales, el terremoto ocasionó la muerte a más de 230 mil personas, un millón 700 mil más se quedaron sin hogar.
La tragedia conmovió al mundo entero y la ayuda internacional comenzó a fluir sólo unas horas después del sismo. Sin embargo, el gobierno de René Preval no estaba preparado para una emergencia de esta magnitud.
Su incapacidad para distribuir los víveres provocó la ira de los habitantes de la isla, tenían hambre y por consecuencia vinieron los actos de rapiña.
Los días transcurrían, los haitianos buscaban a sus familiares entre los escombros con la esperanza de encontrarlos vivos, así surgieron historias de supervivencia.
Como la de un hombre, de 28 años, que pasó más de tres semanas enterrado entre toneladas de ladrillos.
A Evans, como fue identificado, el terremoto lo sorprendió en su cocina. Sus vecinos que removían los restos de su casa, lo encontraron deshidratado.
No había espacio para los cadáveres, además los pocos hospitales que permanecían de pie estaban abarrotados. Las brigadas médicas internacionales atendían en las banquetas.
A un año de la tragedia las cosas no han cambiado mucho. Según un informe de la organización de las naciones unidas, alrededor de 810 mil personas aún viven en los campamentos que se montaron para refugiados, de éstos, 380 mil son niños.
La comunidad internacional prometió no dejarlos solos. La Unión Europea desembolsó el año pasado 331 millones 900 mil euros de los mil 235 millones comprometidos para la reconstrucción a medio y largo plazo del país.
El dolor y la desesperanza son una constante en Haití. Parecería que están condenados a vivir sumidos en la tragedia.
Cuando apenas comenzaban a sanar las heridas, una epidemia de cólera azotó al país y ha cobrado la vida a tres mil 400 personas.
Hoy la isla está sumida en el caos y, por si fuera poco, una severa crisis política ha frenado aún más las labores de reconstrucción.
Este miércoles los haitianos recuerdan a sus víctimas en fosas comunes y no en tumbas. Hoy Haití confía en que pronto, algún día, podrá levantar los escombros.
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