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CIUDAD DE MÉXICO, México, sep. 19, 2012.-El Juez 21 Penal sentenció a 109 años de prisión a Lázaro Hernández Ángeles por los delitos de feminicidio y robo en agravio de las periodistas Ana María Marcela Yarce Viveros y Rocío González Trápaga.
La Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) informó que este sujeto también deberá pagar un millón de pesos como reparación del daño y 94 mil 515 pesos por concepto de indemnización a causa de la muerte de las dos mujeres.
En un comunicado, la dependencia precisó que de acuerdo con las investigaciones, el 31 de agosto de 2011 en un paraje ubicado en la delegación Iztapalapa fueron encontradas sin vida Yarce Viveros y González Trápaga.
Por esta razón la Fiscalía Central de Investigación para Homicidios inició las diligencias correspondientes que derivaron en la detención de Lázaro Hernández Ángeles y otros copartícipes.
Las indagatorias de la PGJDF permitieron establecer las actividades de las víctimas el día de los hechos, por lo que el Ministerio Público recabó 25 declaraciones ministeriales vertidas en más de cinco mil 200 fojas, contenidas en siete tomos, y también se realizaron 25 dictámenes periciales.
Hernández Ángeles declaró que Óscar Jair Quiñones Emmert, quien continúa en proceso penal, lo invitó a realizar un negocio de venta de dólares con unas personas y que iba a ganar una importante suma de dinero.
Refirió que Quiñones Emmert llegó a un parque, donde se quedaron de ver, junto con las agraviadas a bordo del vehículo de una de las víctimas, que dejaron en las cercanías del lugar para abordar una camioneta tipo Lobo, misma que fue seguida por otro vehículo de modelo reciente.
De ahí se dirigieron hacia un domicilio situado en la colonia El Mirador, delegación Iztapalapa, donde supuestamente se realizaría un intercambio de divisas extranjeras, pero en el lugar las víctimas fueron privadas de la vida.
Posteriormente los cuerpos fueron colocados en la camioneta tipo Lobo y trasladados a un paraje ubicado en el predio Las Maravillas, a un costado de un campo de futbol y a espaldas del panteón San Nicolás Tolentino, donde los abandonaron.
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