Una madre que mueve a todo un país

Por Alonso Aguilar | Fuente: Noticieros Televisa | 2012-12-12

Guadalupanos

La fe desbordada de millones de personas hacia la Virgen de Guadalupe hace que devotos caminen por horas a pesar del cansancio y los malestares

CIUDAD DE MÉXICO, México, dic. 12, 2012.- Desde la tarde del 11 de diciembre y durante todo el día 12, en México sucede un fenómeno, que muy pocos han podido explicar. Todos los caminos se dirigen al Tepeyac. Millones de personas dejan sus pueblos natales, incluso desde días antes, en las regiones más apartadas de México para "visitar en su casa a la Virgen de Guadalupe" y cumplir así con una promesa o pagar un favor recibido.

"Pues todos somos devotos, ¿no?", dijo Mario Olivier, voluntario de 16 años que daba la bienvenida a los peregrinos a la Villa de Guadalupe. "Por el simple hecho de ser mexicanos ya somos guadalupanos", afirmó sonriente. Estaba feliz de estar ahí y animaba a los feligreses por su llegada.

El Gobierno del Distrito Federal estimó que seis millones de devotos acudirán en estos dos días a la Basílica, por lo que 17 mil policías participan en el operativo de protección llamado "Villa Mariana".

A  las 17:00 horas la circulación sobre la Calzada de Guadalupe, en la delegación Gustavo A. Madero, al norte de la Ciudad de México, ya estaba cerrada al tránsito vehicular. Sobre el camellón, las decenas de miles de devotos, como si fueran soldados de una tropa se dirigían a la denominada "zona guadalupana".

Entre el gran número de peregrinos estaba Alfonso Monreal, quien llevaba 12 horas cargando un cuadro con la imagen de la Virgen desde su casa, en Valle de los Reyes, Estado de México. Le acompañaban sus hijos, sus hermanos, sobrinos y su esposa, todos vestidos con una misma camisa verde para no perderse.

"Vengo a dar gracias, por todo, por seguir vivo, sano y junto a mi familia. Venimos porque somos creyentes y orgullosos guadalupanos?, dijo Alfonso, que llevaba en sus manos tres botellas de agua que le obsequiaron los vecinos.

En este día guadalupano también pueden verse muestras de solidaridad entre los vecinos de las colonias aledañas a la Basílica. Tal es el caso de la familia Cuéllar, que vive en la colonia Guadalupe Tepeyac, y que cocinó 15 kilos de chicharrón en salsa verde y lo ofrecía en tacos con arroz rojo. "Ellos pagan con sus 'mandas', lo menos que podemos hacer es ofrecerles aunque sea bebida y alimento", comentó Pedro Cuéllar. Otros  vecinos regalaban dulces, bolsas, café, tamales, naranjas y pan dulce por toda la avenida.

A pesar de los operativos se instalaron puestos ambulantes donde se vendían rosarios de madera a cinco pesos y llaveros de la virgen a dos pesos.

Regina, vendedora desde hace diez años sobre la calle Fray Juan de Zumárraga, se instaló desde el jueves pasado y presumió haber vendido al momento 200 "lupitas", esculturas de la virgen de 50 centímetros. Dijo que su puesto estaría abierto toda la noche. Sus ayudantes no dejaban de pasarle dinero por las ventas.

La entrada al atrio de la Basílica fluía, a pesar de que varias personas entraban de rodillas o en sillas de ruedas. Eso sí, todos mostraban dolor antes de ingresar y alegría al cruzar los portones. Los sacerdotes, vestidos de blanco o negro, los felicitaban por llegar y los abrazaban, sin importar el sudor, olor o cansancio.

En la fila para entrar a la Basílica, los policías obligaban a los peregrinos quitarse los gorros por respeto a la Virgen. Muchos de ellos cargaban con estandartes, esculturas de la "Morenita del Tepeyac", camisas con la imagen o pintura en la cara.

"¡Una porra para la Virgen!", gritaban los voluntarios como Mario Olivier, originario de Tijuana. Ninguno de ellos dejaba de sonreír. Ninguno dejaba de aplaudir ni apoyar. Los visitantes respondían emocionados.

Al llegar al altar, la mayoría le tomaba fotografías con su celular a la imagen. Otros, se hincaban, aunque rápidamente se tenían que levantar para que la fila siguiera en movimiento.

En la parte trasera de la Basílica, acampaban más de 100 peregrinos de San Juan Tehuixtitlan, Estado de México. Llevaban 28 horas de viaje y cargaban con una escultura de la Virgen de Guadalupe, de 1.5 metros, protegida por una caja de madera y vidrio.

Ana María Jaramillo ya estaba acostada a punto de dormir. Eran las 20:00 horas. Se encontraba bajo un toldo improvisado, tapada con cobijas hasta la cara. Otros feligreses se ?acurrucaban? entre sí para calmar el frío. Niños usaban el cuerpo de sus padres como colchones.

"Desde hace ocho años que vengo, no he faltado ni uno solo. No puedo. Mi madre estaba muy grave, se iba a morir y le prometí a la Virgen Madre que si me la mantenía viva, siempre vendría", dijo Ana María a punto de las lágrimas. Su mamá tiene 87 años y se encuentra sana.

Cada que sale de su pueblo, su mamá le agradece su esfuerzo y le pide que se cuide, "porque la Ciudad de México es muy peligrosa". Cada que regresa, Ana María se alegra porque sigue ahí, con ella.

"Cada año dudo en venir. Ya tengo 56 años y las ampollas en las plantas de los pies por tanto caminar cada vez duelen más. Pero por mi madre y la fe a la virgencita, lo que sea", dijo.

A pesar de que faltaban todavía cuatro horas para que le cantaran "Las Mañanitas", tanto Ana María como los demás visitantes no dejaban de mostrar su alegría y su fe desbordada.

"¿Hay dolor? ¡No! ¿Hay alegría? ¡Sí! ¡Que viva la Virgen María!", cantaban varios sin parar.

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