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CIUDAD DE MÉXICO, México, ene. 30, 2011.- El cardenal Norberto Rivera Carrera señaló que no se puede invocar el pacifismo para justificar la pasividad, la resignación humillante ante las injusticias, ni para justificar el inmovilismo ante los cambios que se requieren.
Durante la homilía dominical celebrada en la Catedral Metropolitana y dedicada a la bienaventuranza por la paz, el arzobispo primado de México reiteró el rechazo de la Iglesia Católica a toda forma de violencia, incluida institucionalizada.
El prelado advirtió que los cambios no se deben producir a partir del odio y la violencia, lo que siempre lleva a la destrucción y al retroceso, sino por medio del amor y la paz.
El rechazo a la violencia implica repudiar la acción violenta del que recibe el golpe en la mejilla, invitándolo a poner la otra, pero significa también rechazar la violencia del que da el golpe, abundó.
Por ello es que en consonancia con el mensaje de Cristo, la Iglesia rechaza la violencia institucionalizada, la de quienes humillan y explotan a los demás, de los que emiten sentencias injustas, de quienes imponen cargas que ellos mismos no pueden soportar y de aquellos que difaman y destrozan la vida de los demás.
En este aspecto señaló que aquellas acciones de Jesús escritas en el Evangelio que algunos pretenden esgrimir como "justificación de la violencia", como la expulsión de los mercaderes del templo y las acusaciones contra la hipocresía de escribas y fariseos, deben entenderse a la luz del amor y la paz.
El jerarca religioso sostuvo que con su pacifismo Jesús nunca pretendió inculcar en el corazón de los hombres la pasividad y la resignación humillante ante las injusticias, por que es equivocado invocar el pacifismo para defender los atropellos entre la dignidad humana o para justificar el inmovilismo que impide el progreso y el desarrollo.
La clave de esta aparente contradicción, aseveró el cardenal, es "la conversión", que invita al cambio, a la transformación, a la renovación de las personas y de la comunidad.
Los cambios y las transformaciones, en concordancia con el mensaje de Jesús que recupera la Iglesia, no se pueden imponer a través del odio y la violencia sino con el amor y la paz, reiteró.
Rivera Carrera expuso que si bien los cambios que se observan en el mundo son pocos y se dan lentamente, ello se debe a la ausencia de amor en las relaciones humana, ya que son pocos los constructores de la paz.
"Es claro que en nuestros días el pueblo mexicano lo que está esperando son propuestas de progreso y no enfrentamientos inútiles; proyectos incluyentes y participativos, no protagonismos pasajeros; programas productivos y creadores de riqueza, y no el reparto de amargura y de desesperanza", concluyó.
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