Carruajes de México y España, 'tronos rodantes'

Por Redacción | Fuente: Cortesía | 2010-12-10

En los siglos XVI al XVIII los carruajes fueron símbolo de poder y moda, al derrochar riqueza en sus acabados

CIUDAD DE MÉXICO, México, dic 10, 2010.- Exquisitos ejemplos de carruajes que recorrieron durante los siglos XV al XVIII los caminos de México y España, y que hoy representan los objetos más atractivos en museos de ambas naciones, son estudiados por el historiador del arte, Álvaro Recio Mir, de la Universidad de Sevilla, España, quien señaló que más que un medio de transporte, estos vehículos fueron “verdaderos tronos rodantes” en la Colonia.

En lo que hoy es México y otras partes de América este transporte se convirtió en símbolo de poder y moda, pues llevaban los escudos e iniciales de los propietarios, quienes daban muestra de la riqueza que poseían, señaló el investigador al impartir la ponencia titulada: Los carruajes en España y América como objetos de análisis histórico y artístico.

Durante su conferencia en la Dirección de Estudios Históricos (DEH) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), Recio Mir indicó que si bien los carruajes han sido estudiados desde el punto de vista histórico, son escasas las investigaciones desde la perspectiva de la historia del arte.  “Son un soporte de estudio estético, y su relevancia fue tal que hubo periodos del barroco en los que la mayor manifestación artística eran estos vehículos”.

Para el especialista, estos vehículos se convirtieron en “verdaderos tronos rodantes”, toda vez que durante el Imperio español, tanto en España como en sus virreinatos, particularmente en el de la Nueva España, rodaron carrozas que derrochaban riqueza en sus acabados: tallados de oro, tableros de color coral, tapizados de terciopelo carmesí con galones de seda y tachuelas doradas”.

Este despilfarro, dijo, volcado en los carruajes, sobre todo por parte de las autoridades del reino, provocó que en España para el siglo XVI y en la Nueva España —en la centuria siguiente—, se dictaran restricciones en torno a su decoración exagerada, pero también en cuanto al tipo de pasajeros, excluyendo así a la gente del común y a las prostitutas.

Como un ejemplo, Recio citó que en 1723, el rey Felipe V decretó que ningún carruaje debía estar decorado con bordados de seda, escudos de oro, madera tallada ni  pinturas; sólo permitió que tuvieran un acabado sencillo.

De acuerdo con el doctor en Historia del Arte, en la misma declaratoria, bajo resguardo del Archivo Histórico Nacional de Sevilla, constan 305 declaraciones de posesión de 80 coches, lo que representaba un problema de tránsito para la época, y la posesión de varios de ellos por parte de una misma persona.

Asimismo, añadió, en archivos de México hay reglamentos virreinales que tenían como fin controlar la circulación de los carruajes, documentos que pueden considerarse como el primer antecedente de las leyes de tránsito.

En ese sentido, para el siglo XVII, en la Nueva España se podía observar un gran estacionamiento ubicado en La Alameda, dada la proliferación de estos vehículos.

 A pesar de las prohibiciones establecidas en las ordenanzas para los lujos de los carruajes, éstas nunca fueron obedecidas. “Había producción ilegal de carruajes y entre más se daban a conocer estas disposiciones, más aumentaban el colorido y decoración de los vehículos, mismos que eran producidos en talleres de carroceros clandestinos, y aunque se sabe que existieron estos talleres, no contamos con datos de compra”, precisó el catedrático español.

 “La manera de jerarquizar los carruajes no sólo abarcaba la decoración, sino también el número de caballos que tiraban la carroza, de esa manera, la del rey constaba de ocho de estos animales, la del virrey seis y la del duque cuatro. Por otro lado, los arzobispos de Lima y México debían llevar coches tirados por seis equinos”, abundó Álvaro Recio.

 En lo que respecta al forro de los carruajes, la tapicería del siglo XVIII se caracterizaba por tonos conocidos en ese periodo como: “hoja de oliva”, “café tuna”, “verde ámbar”, “pintura de musgo” y “esmeralda”. Posteriormente los coches de los caballeros de la corte eran de colores lila, limón, “blande” y “piel de tigre”.

 La carroza denominada Berlina, que se producía tanto en España como en la Nueva España, era una de las más lujosas, ésta tenía dos bisagras debajo que la hacían más resistente. También portaba escudos, pinturas con motivos mitológicos y religiosos, decorados en forma de flor, tapicería de terciopelo con bordados de seda, puntos de oro y plata.

 Álvaro Recio concluyó que los carruajes fueron usados, durante los siglos XV al XVIII, como carros triunfales en escenarios tan diferentes como fiestas y procesiones eucarísticas.

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