Globalización: la enfermedad del nuevo milenio

Por Rossana Fuentes-Berain (vía Foreign Affairs en Esp | Fuente: Noticieros Televisa | 2012-10-11

hugo chavez

El presidente Hugo Chávez dijo en una entrevista con 'Foreign Affairs en Español' que la globalización es un intento de la mundialización del dogma neoliberal

CIUDAD DE MÉXICO, México, 11 oct, 2012.- HUGO CHÁVEZ (1954) disfruta del papel de muchacho malcriado. Llama "farsas" a las cumbres presidenciales; declara compartir el rechazo por el dogma neoliberal de los grupos que oyó, vio y olió en la reunión de Quebec en marzo de este año, e ironiza sobre el acuerdo del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que, dice, pretende poner la carreta delante de los bueyes. "La globalización se montó falsamente sobre el fundamentalismo del capitalismo liberal", asegura este teniente coronel retirado, quien intentó entrar a balazos al Palacio de Miraflores en 1992. Siete años más tarde, por la fuerza de las urnas logró llegar al sillón presidencial. El Presidente de Venezuela hasta el año 2006 manifestó a Foreign Affairs en Español (FAE) que prefería responder a una entrevista en vez de escribir un texto; "es mejor así, más directo", dijo.

La mañana del 8 de agosto, en un jardín interior de la sede presidencial, con el libro azul en mano -una pequeña constitución reformulada de Venezuela- y vestido con una chaqueta de los colores de la bandera venezolana con su nombre al pecho, Hugo Chávez expuso a Rossana Fuentes Berain, subdirectora de FAE, algunas de sus pautas para la política exterior: rechazo a la unipolaridad en el escenario de las relaciones internacionales; cautela ante la conveniencia de que su país busque integrarse al ALCA y, por supuesto, el bolivarianismo como una ruta a seguir o, mejor dicho, a retomar, por todos los latinoamericanos.

HUGO CHAVEZ es presidente de la República de Venezuela desde diciembre de 1999. El 4 de febrero de 1992, siendo comandante del ejército, encabezó la rebelión militar que intentó dar un golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez. Después de pasar algunos años en prisión, se postuló a la candidatura presidencial, y resultó victorioso. El presidente Chávez propone el bolivarianismo como sistema político para Venezuela y América Latina.

ENTREVISTA A HUGO CHÁVEZ

FAE.-Usted ha descrito la globalización como "la enfermedad del nuevo milenio". ¿En qué se parece y en qué se diferencia su posición de la de los globalifóbicos, quienes cada día parecen cobrar más visibilidad, si no es que más fuerza?

HCH.-La globalización se montó falsamente, como un edificio, sobre el dogma del neoliberalismo. La globalización no es otra cosa que el intento de la mundialización del dogma neoliberal; la falsa idea de que se acabó el camino, del fin de la historia; la idea de que con la caída del Muro de Berlín, con la caída de la Unión Soviética se acabó la historia y aquí venció el capitalismo neoliberal. Ése es el dogma. Una especie de religión fundamentalista. Muchos, a ciegas, muchos, sin ninguna crítica, un poco signados por el nefasto pensamiento único, han sido empujados a un modelo que se quiere presentar como si el fin de la historia fuera el puente hacia la felicidad.

Hay que estudiar bien la postura de los globalifóbicos. Es un movimiento que hay que mirar con atención. Lo he dicho desde Quebec cuando sentí su fuerza. La sentí, la vi, olí los gases lacrimógenos. No nos dejaban salir del hotel. Quería poner una corona de flores en la estatua de Bolívar en Quebec, y no pudimos porque las calles estaban tomadas. No son un movimiento homogéneo, que pudiéramos decir que tiene una posición, pero habría que analizar qué lo mueve. Hay que revisar ese pensamiento. Estamos en tiempo de mutaciones, de una marcha alocada sobre este modelo falso; hay que revisar esto y reconstruir desde lo pequeño, desde lo cotidiano, desde lo nacional, desde lo local, desde lo regional, con mucha participación popular. Se trata de democratizar estos modelos de integración, llámense como se llamen.

¿Por qué toma fuerza una corriente, como la llaman, de "globalifóbicos"? Creo que es como el agua: cuando la tratan de detener o le colocan una defensa, arremete con más furia. O como el viento: detén el viento a presión en una botella, aflójalo un poquito para que veas como revienta las estructuras. Habría que oír a los pueblos, a los trabajadores, a los estudiantes, a los indígenas, a los campesinos, a las clases medias, a los profesionales, y repensar el mundo.

Yo creo que el mundo, tal como ha venido caminando, no es viable. No hay viabilidad pacifica para el mundo por el camino del neoliberalismo y la globalización neoliberal. Entonces es una enfermedad. Nosotros estamos replanteándolo, repensándolo y, desde aquí, intentando contribuir con una nueva búsqueda.

FAE.-¿Por qué rechaza usted la visión de un mundo unipolar?, y ¿qué significan sus viajes a países como Libia, Irak, China y Rusia en el marco de esa resistencia, digamos, "ideológica", al concepto?

HCH.-Hay un riesgo, un peligro en ese modelo unipolar que se pretendía imponer a finales del siglo XX. La pretensión, por cierto, puede continuar en marcha, pero creo que ya no es posible realizarla. El mundo se mueve en otra dirección y hay signos en todo el planeta que lo indican, para quien quiera verlo y analizarlo. En todo caso, creo que las personas conscientes, y yo soy una de ellas, deben luchar con todos sus medios para que el mundo marche en otra dirección, para que haya varios polos de pensamiento, de fuerza económica, varios polos geopolíticos. Debemos jalar por un mundo democrático. Ése es uno de nuestros principios de política exterior: la democracia internacional, el respeto, la soberanía, la paz internacional, el respeto a la diversidad.

Yo no puedo pretender que los chinos o los saudíes, o que los libios, impongan un modelo como el que tenemos en Venezuela. Cada quien, cada pueblo, cada corriente histórica va haciendo su propio modelo, va haciendo su propia historia diariamente. Es el respeto a la diversidad, a la autodeterminación, a la paz, al pluralismo. Eso es lo que debe fomentarse, no la unipolaridad.

Debo subrayar que en mi caso ha habido un manejo mediático dentro y fuera del país, en nichos antirrevolucionarios, antibolivarianos, que se han dado a la tarea de resaltar mi viaje a Bagdad, o el de Trípoli o los de Cuba. Cruzamos el desierto en viaje de 6 horas para pasar en Bagdad 12 horas. Pero igual voy a Brasil o a Santiago de Chile en visita de Estado. En octubre vamos a París, y a Londres y a Lisboa, a Francfort, a Berlín. Es decir, Venezuela se abre al mundo sin hacer excepciones.

Hay que luchar contra un mundo unipolar y a favor de un nuevo orden internacional del que se viene hablando desde hace décadas, pero que se ha quedado en el discurso. Una política internacional justa, democrática, equilibrada resulta indispensable. Pero para lograrlo hay que contribuir a la creación de ese mundo pluripolar. Éste es un objetivo estratégico esencial.

FAE.-Un colaborador suyo, Francisco Mieres, describió el ALCA como "política imperial" para América Latina. ¿Es este, como ha dicho usted y sostienen los brasileños, "una opción" o, como piensan los estadounidenses, "un destino"?

HCH.-El ALCA es una invitación; es como si tú me invitaras a caminar por una calle de México.

FAE.-¿La va a aceptar?

HCH.-No sabemos todavía. Hay que evaluar la propuesta muy bien. Es como una petición de matrimonio. Si me dices "vamos a casarnos", así, de repente, no se puede, se tiene que evaluar la decisión. Ciertamente, yo he tomado y he repetido la expresión del presidente Cardoso en un discurso de la Cumbre de las Américas allá en Quebec: "El ALCA es una opción, no un destino". Eso es absolutamente cierto. Dependerá de la calidad del tratado, de las particularidades, de los métodos, de la profundidad con que se haga que aceptemos o no. Además, déjame decirte que no dependerá de mí ni del gobierno. Tiene que depender del pueblo venezolano. Nosotros lo hemos planteado y va a ser así. Para que Venezuela se incorpore a un acuerdo de ese tipo tiene que consultarse al pueblo. Sin duda, estamos obligados por la Constitución. ¿Cómo vamos a sumarnos a un mecanismo de nivel continental sin consultar al pueblo venezolano? Hay muchos riesgos; por ejemplo, en el acuerdo no se establece el respeto a las economías más atrasadas y a las desigualdades, entonces el mecanismo pudiera no ser de integración sino de desintegración; integra a un grupo y desintegra al otro. Nosotros, los países más pobres y más pequeños estaríamos en riesgo de desintegración o de mayor desintegración que en los últimos años porque históricamente nos ha tocado una molienda de pobreza, miseria, desnutrición y mortalidad infantil.

Si el ALCA apoyara lo social, yo levantaría la mano con mucho interés. Pero no es así. En Quebec, por ejemplo, me correspondió abrir el debate sobre el tercer punto que era, precisamente, el asunto social, pero para el último día, después de dos jornadas revisando lo económico, lo social se trató como un saludo a la bandera. Yo hice una propuesta: que declaráramos la emergencia social en el continente; que pidiéramos a la OEA que elaborara un mecanismo jurídico. Es más, propuse crear un fondo, y Venezuela ofreció ahí mismo aportar unos millones de dólares. Alguien dijo que era muy poquito lo que Venezuela podía aportar. Pero digo modestamente que Venezuela puede aportar 5 o 10 millones de dólares, y cada uno de los ahí reunidos podía hacer lo mismo. Pero cuando se habla de lo social, la mayoría se queda callada. La amenaza para la paz y la democracia en América Latina no son los militares y la guerrilla, la amenaza es el desastre social. Si el ALCA no reconoce los riesgos que estamos corriendo millones de seres humanos, ésa seria una invitación al infierno y nosotros al infierno no queremos ir.

BOLIVARIANISMO

FAE.-¿Qué es, cómo explica la idea bolivariana y en qué puede contribuir esta visión decimonónica a la política latinoamericana del siglo XXI?

HCH.-Yo no diría decimonónica. Creo que las ideas no tienen siglo. Describir al bolivarianismo como una idea decimonónica ha sido una forma que ha utilizado la reacción para tratar de deslegitimarlo.

Vamos a ver, la idea de Cristo tiene dos mil años, y pasarán dos mil más y ahí estará, porque mientras haya necesidad de luchar por la justicia, por la igualdad, por la felicidad de los seres humanos, esa idea no morirá ni será de un solo siglo.

Es cierto que el proyecto bolivariano, como dices, nació en el siglo XIX y tuvo en él su apogeo, una verdadera epopeya. Nosotros hemos retornado lo del Congreso de Angostura de 1819 exactamente 180 años después. Nosotros aprobamos, en referéndum, una Constitución que retoma los principios fundamentales del bolivarianismo y que contiene el proyecto nacional para el siglo XXI y más allá. Ésta es Venezuela en lo político, lo económico, lo ético, lo social, en sus relaciones con el mundo, en lo territorial.

En el ámbito de las relaciones con América Latina o de la integración latinoamericana, el concepto es recogido en la Constitución desde el preámbulo mismo, donde se ordena, se manda, la integración latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos.

Venezuela está promoviendo un debate, una discusión en todos los niveles posibles para retomar a Bolívar, la idea del bolivarianismo. Si tú preguntas en la calle qué es el ALCA, nadie lo sabe. Hay que llenar el proyecto de pueblo; si no, esto no tiene sustentación, es una farsa. He dicho que nosotros tenemos la carreta delante de los caballos y los caballos deben ir delante de la carreta. Los caballos no pueden ser el contenido económico de la integración, que es lo que tenemos por delante ahora. No son los caballos, es la carreta. Los caballos tienen que ser los que jalen la carreta, la integración política, social, ética, humana es primero. La voluntad de actos conscientes, la voluntad política, social, de integrarnos deben ser los caballos, poderosísimos. La carreta de la integración económica debe ser una consecuencia, no una causa.

FAE.-¿Qué papel ve para México en los asuntos hemisféricos?

HCH.-Nos llenaron de muchísima alegría los primeros movimientos del presidente Vicente Fox; vino a América del Sur recién electo. Yo estuve en su toma de posesión; me hizo una invitación a Oaxaca, ahí estuvimos, lo vi conversando con los dirigentes indígenas, comprometiéndose, mirándolos a la cara. Ojalá que eso se vaya concretando poco a poco y que México, más allá de su situación interna en la que, por supuesto, como ya te dije, por un respeto casi sagrado a la soberanía yo no puedo inmiscuirme, retome los senderos de la América Latina y el Caribe. Necesitamos a México, la mística, la profundidad de México. Su peso político.

FAE.-¿Lo ha sentido lejos?

HCH.-Todos hemos estado lejos. Brasil está ahí mismo, y estaba lejos. Para ponerte un ejemplo extremo: Trinidad. Como nadadora te lanzas en la orilla de Venezuela; del estado más oriental, Sucre, puedes llegar nadando a Trinidad. Se ven las luces en la noche. Estaba al otro lado, y no había ninguna relación cercana con el Caribe. Ahí están Cuba, República Dominicana, Haití. Todo estaba lejos. Hemos estado lejos unos de otros, no sólo de México. Venezuela estaba lejos también de todos esos países, gobernada por unas mafias que luchaban por la riqueza petrolera del país.

FAE.Ya que tocó el tema del petróleo, ¿ha encontrado en México receptividad para coordinar acciones en defensa del precio del petróleo?

HCH.-Ahí hemos conseguido una muy buena actitud y respuesta desde el primer día de nuestra toma de posesión, primero con Ernesto Zedillo. Ahora, afortunadamente, la línea del presidente Fox ha seguido la misma orientación. Nos hemos estado coordinando para defender el precio del petróleo, que es un interés común. No inundar mercados, evitar la sobreproducción que podría hacer desplomar los precios, algo que nos afectaría muchísimo a todos. Con el presidente Fox, con quien lo he hablado en varias ocasiones, personalmente, por teléfono, y con los ministros de su gabinete, hemos conseguido la misma receptividad e incluso a la hora de tomar decisiones lo hemos hecho así, por lo que estoy muy contento. Y seguro que seguiremos haciéndolo, es necesario que lo hagamos.

FAE.-El Grupo de los Tres, México, Colombia y Venezuela, se reunió convocado por usted en abril pasado, ¿qué espera Venezuela de esta asociación?

HCH.-El G-3 era como una mentira, una asociación que nunca se reunía, que sólo se tomaba fotos oficiales de cuando en cuando. Ahora querernos que sea una realidad. Para Venezuela el G-3, al igual que el Grupo de Río, es un foro en el cual se va a hablar de integración. Yo voy a hablar de integración plena; es mi obligación, porque las cumbres, tal como existen, no pasan de ser una oportunidad para que nos veamos un conjunto de presidentes durante un par de días, haya discursos grandilocuentes, seguramente una foto oficial y adiós, nos vemos el próximo año. Son una farsa.

FAE.-Si así piensa, ¿por qué participa?

HCH.-Porque quiero colaborar. Aunque de repente la voz de uno resuena en las paredes y no consigue eco, estoy seguro de que resuena en los pueblos, en los centros de estudio y, por qué no, hasta en las propias delegaciones, en los ministerios, en los jefes de Estado. Por eso participo; tenemos que refundarnos, rehacer las bases, si no, esto no va a funcionar y nos vamos a caer estrepitosamente.

En el G-3 tenemos que dar peso a lo social. En la reunión de Caracas se aprobó dar mayor peso a lo social, se aprobó la creación de un fondo. Aún no se ha activado, pero nosotros ya estamos listos. Ya tengo el dinero listo, el mecanismo listo y estamos a la espera de que México y Colombia puedan aportar. Sería una buena señal porque, si no, en el G-3 caeríamos en lo mismo, estaríamos circunscribiéndonos a una línea de integración comercial y económica para que nuestros empresarios hagan buenos negocios, para incrementar la colocación de sus productos en los mercados de cada uno. Eso, por supuesto, no es negativo, pero tampoco suficiente.

FAE.-Hablando de Colombia, ¿por quién tiene mayor simpatía ideológica, por "Tirofijo" o por el presidente Pastrana?

HCH.-No me ponga en ese dilema. No se trata de simpatía ideológica. En verdad no conozco a "Tirofijo" ni conozco su ideología, jamás lo he visto. A Andrés Pastrana sí lo conozco y tenemos una gran afinidad, con frecuentes encuentros de trabajo conjunto. Se trata de buscar el consenso, el trabajo común. No se trata de un dilema, para mí nunca lo ha sido, que si estoy con la guerrilla o con el gobierno. Yo estoy con Colombia, con la posibilidad de la paz. Eso es lo más importante más allá de las ideologías. No soy comunista aunque tampoco soy anticomunista, siempre lo he dicho, pero no tengo semejanzas ideológicas con la guerrilla, ni políticas, ni éticas, de ningún tipo y mucho menos de tipo militar. Tenemos un compromiso con Colombia. Por supuesto que hay un compromiso de trabajo conjunto. Hemos firmado cuantos acuerdos de cooperación conjunta hay. Mi corazón está con Colombia en el camino de la paz, y ése ha sido el fundamento.

Los gobernantes venezolanos declaraban, hasta el día que nosotros entramos al gobierno, que la guerrilla colombiana era un "enemigo común". Una actitud de intervencionismo. Venezuela realizó operativos conjuntos con las fuerzas armadas colombianas, y muchas veces con otros sectores armados de Colombia contra el "enemigo común". Estábamos importando un conflicto, porque si tú declaras a la guerrilla como tu enemigo común, la guerrilla te reconoce como tal y te ataca, como nos atacaban. Mataban soldados venezolanos, se llevaban armas de puestos venezolanos. Eso se acabó. Desde el primer día dijimos no, no declaramos a la guerrilla "enemigo común" y estamos dispuestos al diálogo. Estamos dispuestos a abonar el camino hacia la paz y el entendimiento. Hasta hace dos días estuvieron aquí reunidos los representantes de ambas partes; no llegaron a ningún acuerdo, la reunión se rompió bruscamente, pero estoy seguro de que seguirán hablando. Y cuando nos llamen para decirnos que nos necesitan, este país, su territorio y su gente, están a la orden para que los colombianos conversen sin fusiles, sin bombas, sin paramilitares, sin drogas, sin narcotráfico, para que Colombia vaya buscando y consiguiendo un verdadero camino hacia la paz. Eso es vital.

Si estamos hablando de una integración continental es imprescindible que Colombia consiga esa paz. Así que no se puede tener una afinidad ideológica con "Tirofijo" o Pastrana, se trata de una solidaridad con Colombia. La ideología que recorra Colombia pertenece a los colombianos.

FAE.-Respecto de Perú, se dice que hay un distanciamiento entre usted y el gobierno de Toledo.

HCH.-No lo hay y espero que no lo haya, sino todo lo contrario. Asistí a la toma de posesión y eso significó la respuesta a un fenómeno que se dio, principalmente, por el sonado caso del señor Montesinos.

Una parte del gobierno del presidente interino de Perú, Valentín Paniagua, en acciones confesadas, como dicen los abogados, nos atacó, pero eso ya pasó a la historia. Así que la llegada de Toledo, como hemos dicho, significó el relanzamiento de nuestras relaciones. Nos hemos propuesto una comisión de alto nivel para estudiar mecanismos de cooperación y acercamiento. No hay ningún distanciamiento y espero que no lo haya; haremos todo lo que haya que hacer para que no se dé ni con Toledo ni con ningún presidente del mundo.

FAE.-Cuando se habla de Vladimiro Montesinos no puede sino hablarse del narcotráfico en su país y en la región, de la vinculación de la corrupción del narcotráfico con aparatos de seguridad del Estado. ¿Le preocupa a usted el narcotráfico dentro de Venezuela? ¿Cómo lo observa?

HCH.-Claro que nos preocupa muchísimo este fenómeno mundial, para el cual hay que reclamar la corresponsabilidad de un tratamiento integral del problema. El problema no consiste en que nos certifiquen o nos descertifiquen, en que nos asignen 10 o 100 millones de dólares, en que nos señalen como los "sudacas" que producimos la coca. No es aquí donde se origina el problema. El problema es un problema de demanda, un problema de grandes capitales que no están precisamente en nuestros países. Es un problema de trastocamiento de valores que ha ocurrido en los últimos años del siglo XX, un siglo de degeneraciones. Por lo tanto, se trata de un problema de todos. El presidente Jacques Chirac ha expresado al mundo que es un problema de corresponsabilidad y de cooperación. Nosotros hemos cooperado y hemos dado buenos golpes al narcotráfico aquí en Venezuela y en nuestras inmediaciones, en cooperación con otros gobiernos de la zona. Hemos elevado la eficiencia en nuestros cuerpos de inteligencia, cuerpos militares, cuerpos policiales que se dedican a la lucha contra el narcotráfico; hemos perfeccionado la legislación misma. Acabo de recibir una carta de Chirac y otra de Lionel Jospin, reconociendo nuestra labor y nuestra cooperación en una captura. Estábamos en Lima en la toma de posesión de Toledo, cuando autoricé a la marina francesa para que abordase en aguas internacionales, pero muy cerca del mar territorial venezolano, a un barco que llevaba bandera venezolana que se sospechaba que llevaba drogas y, en efecto, ahí se consignaron varios kilos de cocaína. La marina francesa nos entregó el barco a nosotros, se decomisó la droga y estamos enjuiciando a unos venezolanos y a otros extranjeros que iban en el barco.

FAE.-¿Con los franceses sí y con los estadounidenses no?

HCH.-¡Cómo no! ¿Quién dijo que no?

FAE.-¿Qué pasó con esos aviones a los que no dejaron sobrevolar territorio venezolano?

HCH.-Eso no era necesario, el mismo gobierno de Estados Unidos lo ha reconocido. Todas las declaraciones, desde el gobierno anterior y el actual, han sido de reconocimiento a los éxitos y al apoyo y la cooperación de Venezuela contra el narcotráfico. Yo no he leído una sola declaración que lo ponga en duda y, si la hubiere, sería por supuesto sin fundamento. Pero hasta ahora, y espero que eso siga siendo así, se ha reconocido nuestra eficiencia, nuestra cooperación. Un alto funcionario estadounidense, del Departamento de Estado, negó hace unas cuantas semanas que la falta de cooperación de Venezuela se debiera a que no se le permitió que sus aviones sobrevolaran. El mismo reconoció que ése no era el problema. Lo que nosotros siempre hemos dicho es que el problema no es ése. Nosotros tenemos aviones F-16, Mirage, F-5, una fuerza aérea de las más avanzadas de Sudamérica, que todo el día patrullan, luchan y persiguen aviones. Ése no fue el problema; se está sobredimensionando un pequeño componente del problema. Además, se estaba violentando nuestra soberanía. Alguna vez he preguntado: ¿qué dirían en Washington si Venezuela pidiera permiso para sobrevolar su territorio?, porque allá llegan avionetas, ¿o no?, ¿cómo llega la droga a Estados Unidos ¿por qué parte entra?, ¿qué pasaría si los aviones venezolanos pidieran permiso de sobrevolar?, porque se trata de reciprocidad, ¿o no?, ¿será que nos permitirían sobrevolar Washington con unos cinco aviones F-16? No sólo Washington, Brasilia tampoco lo permitiría, ni Bogotá. Se viola la soberanía del espacio aéreo. Éste es un problema que trató de utilizarse contra nosotros y, como casi todos los temas que contra nosotros se han utilizado, cayó por su propio peso. Nuestras relaciones con Estados Unidos son buenas, de cooperación, de apoyo.

FAE.-Ya que hablamos de Estados Unidos, ¿cuál es su posición sobre el Plan Colombia?

HCH.-Siempre lo hemos dicho y ha sido claro: apoyamos todo lo que de social tenga el plan, llámese Plan Colombia o llámese cómo se llame. Pero lo que nos ha preocupado siempre es el componente militar, además del componente del riesgo ecológico, de la fumigación de grandes extensiones de sembradíos o de selvas que puede contaminar ríos, gente, vidas, no sólo de Colombia sino de todo lo que es la Cuenca Amazónica. Y la preocupación no es solamente de Venezuela, también es de Ecuador, de Brasil, de Panamá y de los países de la Cuenca Amazónica. Por ello, hemos levantado nuestra voz de alarma y pedido un llamado a la reflexión. Con la nueva administración estadounidense se han retomado, o se han tomado, algunas de nuestras críticas. Eso es lo que creo, y espero que así sea. Pero la posición es la misma: la intervención militar en Colombia sería nefasta. Que si asesores militares, que si batallones, que boinas verdes, helicópteros y aviones para sobrevolar, eso sería nefasto, pues podría trasladar el conflicto interno de Colombia hasta nuestros países, hasta Venezuela, Ecuador, Brasil, Panamá especialmente. Ésa es nuestra posición.

FAE.-Siguiendo con Estados Unidos, es claro que ustedes le suministran más petróleo que todos los países del Golfo Pérsico juntos. Sin embargo Washington sigue señalando que usted es un personaje inasible para ellos, que les cuesta trabajo entenderlo. ¿Cómo se definiría usted ante un auditorio estadounidense?

HCH.-No sé a quién te refieres tú al hablar de Washington. Washington se puede entender de tantas maneras... Washington es tantas cosas...

FAE.-¿Cómo se define usted ante el poder político que tiene su sede en Washington?

HCH.-Tu planteamiento tiene dos vertientes. Una de allá para acá que no puedo referir porque no tengo fundamentos para evaluar su apreciación. Cualquier apreciación de ellos, pues, la respeto, pero muchas a lo mejor no las comparto. Como ya lo hemos dicho en algunas ocasiones, cuando iniciamos aquí el proceso constituyente hubo funcionarios estadounidenses que dijeron estar preocupados por la democracia en Venezuela, pero luego el presidente Clinton, a los pocos meses, dijo que no había que preocuparse por la democracia en un país donde hubiese cinco elecciones en un año. Eso dejó salvado, digamos, el honor. Aunque queda claro que de allá para acá hay muchas maneras de ver a Venezuela.

FAE.-Pero, ¿cómo se quiere presentar Venezuela ante Estados Unidos?

HCH.-Como lo que somos. No tenemos ningún sello para presentarnos como nos convenga o como a ellos les parezca mejor, nos presentamos como lo que somos. Por lo que somos y por lo que hacemos. Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, buscamos el respeto mutuo. Respeto a la soberanía porque respetamos la soberanía de Estados Unidos y pedimos que se respete la nuestra. Respetamos sus instituciones y pedimos que se respeten las nuestras. Respetamos su modelo económico, respetamos también la ideología que mueve la corriente política de Estados Unidos y pedimos que se respeten nuestras ideologías: el respeto mutuo, las relaciones de cooperación, de paz, de igualdad internacional. No es que nosotros lo queramos, es que somos así. Yo creo que la percepción ha mejorado bastante, que hubo un problema de percepción producto de una campaña de satanización sobre nosotros desde hace mucho tiempo, no nada más de ahora sino desde 1992.A mi me han pintado esencialmente como un fundamentalista de extrema izquierda, se me ha dicho de todo. No sé cuántas visiones falsas han corrido en Estados Unidos. Lo que pedimos es que se nos vea con claridad y se nos entienda.

FAE.-El día que el presidente George W. Bush visitaba el rancho del presidente Fox en México, mientras al mismo tiempo aviones estadounidenses bombardeaban Irak, su padre, el ex presidente Bush, lo visitó a usted. ¿De qué hablaron?, ¿cuál fue el mensaje para dos países inmersos en un activismo para mantener en alza el precio del petróleo?

HCH.-George H. Bush estaba de paseo en Venezuela, pidió una audiencia conmigo y con mucho gusto se la di. Ya nos habíamos conocido. Conversamos de política internacional y de la relación con Estados Unidos. Me dijo que no venía en representación de su hijo. No tocamos el tema, fue un dialogo bien personal.

FAE.-¿Una simple coincidencia?

HCH.-Sí, así fue, una coincidencia en verdad. Vino a pescar, me enteré a través de un empresario venezolano. Me llegó la solicitud y le concedí una audiencia. Nada más.

FAE.-Usted ha dicho que Venezuela quiere unirse al Mercosur. ¿Va a ser una escalera entre pacto andino, G-3, Mercosur? ¿O serán excluyentes entre sí? ¿Cómo está planteada la idea de la incorporación venezolana al Mercosur?

HCH.-Nuestra dirección estratégica es la conformación de un bloque del Sur, Sudamérica, el Caribe, Centroamérica, un poco más allá. Pero comenzando con lo más local, por el Sur. Lo que buscamos al solicitar nuestro ingreso al Mercosur es contribuir con la redefinición de nuestros mecanismos de los sistemas de integración. Aspiramos, sí, a que Venezuela pueda convertirse en una especie de bisagra, o de correa de transmisión, entre la Comunidad Andina y el Mercosur. Esto a pesar de que hay muchas cosas que revisar y redefinir sobre la marcha. Pero, si nos están convocando a una integración del ALCA en 2005 y a una aceleración del mecanismo de integración continental, lo que decimos es que hay que acelerar el mecanismo regional de América del Sur. Esa es una de nuestras intenciones. No nos movemos por intereses económicos o comerciales, que vendrán después, por supuesto, y que estarán en la mesa de discusión a la hora de hacer los convenios para una zona de libre comercio, una unión aduanera, etc. A lo que aspira Venezuela en una primera etapa es a ser un miembro asociado, como Chile y, desde esa posición, contribuir con el Mercosur. Creemos que es un paso dentro del mecanismo de integración del Sur. Ésa es una de nuestras intenciones estratégicas, ojalá lo logremos.

VENEZUELA Y LAS TRES FACHADAS

FAE.-Usted es un estratega. ¿Cuál es la apuesta política que hace para su país y para su gobierno al establecer relaciones tan estrechas con Fidel Castro?

HCH.-Muy clara. Venezuela, como se puede ver en el mapa, tiene tres fachadas geopolíticas. La fachada andina, los países de la comunidad andina; la fachada amazónica, Brasil y más allá, y la fachada caribeña. Son nuestras tres fachadas geopolíticas, zonas de interés político, social, comercial.

Así como hemos hecho un esfuerzo y logrado avances muy importantes en la relación con Brasil, Fernando Henrique Cardoso y yo activaremos la línea eléctrica que se construyó en una central eléctrica venezolana y desde ahí venderemos energía al norte de Brasil. Es una forma de cooperar con el desarrollo del norte brasileño.

Lo mismo pasa con los estados andinos. Apenas vuelva de Brasil iré a Cartagena para acudir con Pastrana a una reunión de la Asociación Nacional de Industriales de Colombia. Me invitó el alcalde de un departamento llamado Bolívar, cerca de Cartagena, donde Bolívar inició su Campaña Admirable, y hablaré con el alcalde y seguramente con los campesinos, los indígenas. También con Cuba; no es un asunto especial. Pero ya lo dije, se han magnificado mis visitas a La Habana, a Irak y a Libia. Visité todos los países de la OPEP; los medios internacionales resaltan las horas que pasé en Bagdad o en Trípoli, pero no hablan del encuentro y la visita de tres días que hice a Arabia Saudita, o de las conversaciones con el rey Fahd y el príncipe heredero, y con los príncipes y el pueblo saudita, y las universidades, ni de las visitas a Nigeria o Argelia. Sólo hablan de Saddam Hussein.

Es un intento de exagerar algunos aspectos de interés para quienes pretenden satanizar o desvirtuar la realidad de nuestro movimiento, de nuestras motivaciones, de nuestro interés. La apuesta con Cuba es la misma que con Brasil, Colombia y Centroamérica; es la misma apuesta que yo puedo hacer con México, es una integración real, y Cuba es parte del continente. No se puede borrar Cuba del continente americano.

FAE.-Sin embargo, Cuba tiene una situación política especial, ¿O no?, la Guerra Fría, que pareciera no terminar entre Washington y La Habana. ¿Buscaría usted un papel de mediación, de buen "componedor" entre esas dos partes?

HCH.-Nosotros estaríamos dispuestos a ayudar sólo a pedido de ambos, como lo hemos hecho en el caso de Colombia, con el gobierno y la guerrilla, sólo a pedido de ambos. Si en alguna ocasión ambos pidieran que hiciéramos algo, por supuesto que lo haríamos, pero, de principio, lo que hay que hacer es levantar el embargo. Nosotros lo hemos dicho públicamente, ya es suficiente. Lo hemos pedido a las Naciones Unidos. Cuba tiene que integrarse plenamente a la OEA y a las reuniones, mecanismos, discusiones y deliberaciones latinoamericanos; el pueblo cubano es un pueblo hermano.

Siempre lo he dicho, hablar de Fidel es un punto de referencia y de dignidad. Todos lo reconocen. He visto a Fidel en reuniones de jefes de Estado, lo he visto en las calles de varios pueblos, lo he visto conversando con políticos, y todos reconocen su coraje, su valor, su temple, su dignidad. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.

FAE.-Ya manifestó usted claramente que no es comunista, pero ¿cómo se imagina usted una sociedad igualitaria, la que desea para Venezuela?

HCH.-Desarrollar el modelo contenido en este pequeño gran libro azul -dice tomando la nueva Constitución-, el fundamento político; viene del pensamiento de Bolívar, del discurso de Angostura, que quizá fue el discurso y el documento más profundo y avanzado que recoge la ideología bolivariana. Bolívar señala cosas interesantes en lo político. Un conjunto de ideas que pueden conformar, y conforman perfectamente para nosotros, un sistema ideológico bolivariano. Define, por ejemplo, un gobierno democrático, aunque no lo llama así exactamente. Dice: el sistema de gobierno más perfecto es aquel donde se da la mayor suma de estabilidad política, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de felicidad posible. Entonces, señala un principio que puede ser la fórmula para solucionar el dilema de la desigualdad. Comienza aceptando que todos los seres humanos nacemos desiguales por naturaleza. Lo cual fue muy criticado por los marxistas que creen en la igualdad pura. Yo creo, como Bolívar, que no existen épocas iguales en genio, en temperamento, en algunas potencialidades físicas o intelectuales, colores de piel, tamaño, sexo, fuerza física y, por supuesto, en cuanto al entorno que nos rodea.

Yo nací en una casa de palma y piso de tierra. Ya el mismo entorno que me rodeaba me marcaba profundamente de desigualdad ante un niño que hubiese nacido el mismo día y a la misma hora en Caracas o México en cuna rica. Nací en clase muy baja. En cuanto al entorno, hay un fuerte impacto hasta psicológico, social, económico, integral. Bolívar decía que, si no nacemos iguales por naturaleza, debe haber un conjunto de leyes y una Constitución que genere una igualdad. La sociedad, conjuntamente con el Estado en un régimen no meramente estatista sino social y estatal, debe generar una igualdad jurídica, igualdad social, igualdad política. La igualdad pura, hasta ahora, es una utopía pura. Igualdad pura es igual a utopía pura.

¿Qué es lo que nos mueve a nosotros todos los días? Hacer leyes, instituciones, emprender acciones, tomar decisiones para ir generando esa igualdad, para ir combatiendo esa horrorosa desigualdad que es bestial en Venezuela, en el continente y también en el mundo. Pero comencemos con la nuestra, la que nos corresponde, la que está dentro de nuestro ámbito.

FAE.-Usted dice que está apostando por la reconstrucción de una economía de mercado y ha puesto énfasis en ello. Sin embargo, muestra una animadversión a los capitalistas. Eso no da confianza al capital, ni al nacional ni al internacional. ¿Cómo puede haber mercado sin capital?

HCH.-Nosotros no creemos en esa tesis de que la economía de mercado es la economía de Dios. Para hablar sinceramente, hay que considerar el componente de mercado, el componente de Estado y el componente social. Yo no estoy aquí para recomponer la economía de mercado sino para trascenderla y transformarla. Porque la economía de mercado no se fundamenta en la democracia, sino en la autocracia económica.

La economía de mercado no fue para nada eficiente aquí, en Venezuela; quebró al país. La libre competencia tampoco existió. No ha habido protección del ambiente sino destrucción. Productividad, no la hubo. Solidaridad, mucho menos de lo que nosotros queremos.

Asegurar el desarrollo humano integral y una existencia digna para la colectividad -vuelve a la Constitución y lee-: "El Estado, conjuntamente con la iniciativa privada, promoverá el desarrollo armónico de la economía nacional con el fin de generar fuentes de trabajo, alto valor agregado nacional, elevar el nivel de vida de la población, fortalecer la soberanía económica del país, garantizando la seguridad jurídica, sólida permanencia y equidad del crecimiento de la economía para garantizar una justa distribución de la riqueza mediante una planificación estratégica, democrática, participativa y de consulta abierta".

FAE.-¿Está respondiendo a la iniciativa privada con la Constitución?

HCH.-Es una obligación que ellos tienen con el país, no con el gobierno, una obligación constitucional. Yo creo que se trata de fases. Hasta ahora, nosotros casi hemos cargado con el peso del desastre económico en el que Venezuela estaba hundida. Aunque también nos han ayudado los pequeños empresarios, los pequeños emprendedores a quienes hemos dado miles de microcréditos para que puedan arar su tierra. Ésos también son empresarios. Ese pueblo empresario está con la revolución.

Los grandes empresarios, con sus excepciones, crecieron al amparo de la corrupción, al amparo de los irresponsables que aceptaron la corrupción pública y privada, que les permitieron la evasión de impuestos, que aprobaron leyes que favorecieron la banca privada, leyes que eran elaboradas por los asesores de los banqueros, no por el gobierno, y que luego se aprobaban en el Congreso porque los empresarios hacían lobbying y pagaban a los diputados. Tenían diputados a sueldo.

Eso lo estamos reformando. Ayer me reuní con el equipo tributario, el órgano tributario nacional. Tenemos que reformar la Ley del Impuesto sobre la Renta y lo vamos a hacer. Esa Ley, que se hizo hace varios años, permite a los grandes empresarios evadir impuestos, y hay muchos que deben miles de millones de bolívares.

Nosotros no vamos a ceder ante empresarios corruptos que han tratado de acercarse, que han tratado de tender puentes hacia inmoralidades, que han sugerido cosas que nosotros no haremos nunca.

También hay que decir que hay un grupo de empresarios de peso que están con este proceso, que están con el país. No importa que no estén con Chávez, no importa que no estén con la revolución. Yo no les pido que sean boilivarianos; que estén con el país, con la honestidad y con el trabajo.

Han empezado a aparecer, y cada vez hay más sectores que se unen a este proceso.

FAE.-Más allá de los grandes empresarios, ¿le preocupa a usted que la clase media alta, la gerencial, no los dueños del gran capital, estamos hablando de las profesiones liberales, se vayan de Venezuela, los hijos de los médicos, de abogados, de contadores? ¿Le preocupa esa otra fuga de capital, el intelectual?

HCH.-En verdad no me preocupa, se trata de sobredimensionar un asunto que es de libre elección, como dónde quiere uno vivir. No es un tema de mi mesa diaria. Como la fuga de capitales, también esto se ha tratado de sobredimensionar. Es un movimiento libre, aquí no hay control de cambio, aquí no se impone ninguna condición para entrada o salida de capitales, de la misma manera en que salen también entran. De la misma manera que se va gente también viene. Me referiré a una experiencia personal vivida hace apenas cinco días, no a una encuesta. Uno de mis hijos me invitó al cumpleaños de un amigo suyo. Había muchachos y muchachas de clase media y de media alta. Algunos, estudiantes universitarios, otros profesionales. Conversé con casi todos. Al despedirse, uno de ellos se acercó y me dijo que iba a otra fiesta porque estaba aprovechando sus vacaciones en Venezuela, ya que estudiaba en Miami. Y, como queriendo dejarlo claro, dijo: "yo termino mis estudios y me regreso con mi novia Señor Presidente".

Por supuesto que tienes que venir le dije yo, es necesario. Se alejó y se acercaron otros. Uno más dijo algo parecido al anterior: "Cuando termine el bachillerato mis padres me enviarán a estudiar afuera, yo me prepararé y vendré para acá porque tenemos que construir el país". Por lo tanto, el tema me parece, primero, viejo, y además no es un fenómeno de Venezuela, ni exclusivo del gobierno de Hugo Chávez. Es un fenómeno que está recorriendo todo el Sur. ¿Qué me dices de México y Estados Unidos, que han tenido que construir casi unos muros...y de Brasil y de Argentina y de Sudáfrica? Llegar a decir que la gente se está yendo en masa de Venezuela, bueno..., eso la gente lo dice dentro de la misma campaña del asunto de Montesinos y de la guerrilla colombiana y de la visita a Irak y del narcotráfico y los aviones que no volaron. Es el mismo manejo para tratar de que el mundo crea la mentira de que aquí se persigue, que hay inseguridad, que se atropella, que hay temores. Yo no digo que no haya sectores que tengan temores, pero del gobierno y del respeto a las libertades no hay ningún tipo de temor.

FAE.-La mala relación que tiene usted con la prensa surge una y otra vez, tácita o implícitamente, en sus planteamientos. Sin embargo, no ha cerrado un solo periódico, no hay un solo crítico encarcelado...

HCH.-Ni lo cerraré. Yo creo en la libertad de expresión. Vivo en ella, nado en ella. La libertad de pensamiento, aun cuando se abuse. Lo que hay aquí es una confrontación histórica, un choque entre un modelo político, un modelo ético o antiético. El modelo viejo y el modelo nuevo. Durante décadas, la gran mayoría de los dueños de los medios de comunicación ha sido la misma, eso no ha cambiado. Durante décadas pervivieron, permitieron, compartieron, callaron al amparo de la corrupción, del atropello del pueblo, del enriquecimiento, de la necedad, del cinismo, de la mentira. Si invitas a ese pequeño grupo a este salón, a este patio, a lo mejor cabrán todos en esta mesa y quizá sobren una o dos sillas. Ellos tienen mucho dinero, reclaman la libertad de expresión pero no la permiten en sus propios medios. No encontrarás a un periodista que haya sido perseguido por el gobierno de Chávez, pero te puedo conseguir nombre y apellido de periodistas que han sido expulsados o despedidos de un medio de comunicación por negarse a seguir los Lineamientos del patrón, de la sala de redacción. Eso si lo podrás conseguir.

FAE.-Hay, sin embargo, una iniciativa del gobierno venezolano que sí podría impedir la libre expresión, una especie de espada de Damocles que pende sobre ella, y que ha sido denunciada ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. ¿Qué dice al respecto?

HCH.-En Venezuela hay grupos internacionales como la Sociedad Interamericana de Prensa, por ejemplo, que agrupa a los grandes magnates de los medios del continente, que pretenden inmiscuirse en los asuntos internos. Nosotros les hemos respondido. Cada vez que alguien hace una declaración atentatoria contra la soberanía del país o trata de actuar contra nuestra soberanía, nosotros le respondemos de inmediato. En cualquier caso y sea quien sea, porque la soberanía es sagrada para nosotros.

Respecto a la Comisión, no quiero hablar en particular sino en general. Con la intervención o el intervencionismo que se estableció en las últimas décadas del siglo XX, creemos que hay que respetar principios sagrados, como la autodeterminación de los pueblos, el derecho de los pueblos a elegir y buscar y luchar por su propio destino sin ningún tipo de injerencia de organismos internacionales. Cuando en un organismo internacional se practican reflexiones o llamados, habría que ver casos particulares. Pero algunas veces estos organismos han sido utilizados por los países poderosos para imponer criterios y mecanismos de dominación y presión sobre los países pequeños. En estas reuniones internacionales se condena, por ejemplo, a algún país, y nosotros hemos votado contra posiciones que pretenden condenar a Cuba en asuntos de derechos humanos. O han pretendido condenar a China. Nosotros hemos votado en contra porque no somos quién para estar juzgando a esos países.

En todo el mundo se violan los derechos humanos. Donde se dice que hay y existen procesos democráticos aparentemente sólidos, de respeto a las libertades, se ve pobreza, asesinatos en masa, discriminación racial. Tendría que remontarme a lo que dice la Biblia.

FAE.-¿Qué dice?

HCH.-Bueno, "antes de ver la paja en el ojo ajeno mira la viga que tienes en el tuyo". En asuntos electorales, por ejemplo, cada quien tiene sus propios procesos. El año pasado nos opusimos cuando se pretendió condenar a Perú por las elecciones de junio-julio. Y no sólo nos opusimos en el caso de Perú. Si pasado mañana se pretendiera condenar a Brasil o Haití por un proceso interno, nos opondríamos porque no somos la policía del mundo. Si alguien hubiese propuesto condenar el proceso electoral de Estados Unidos, igual nos hubiésemos opuesto. Como bien se sabe, fue un asunto traumático, creo que batió récords mundiales. Después de un mes no se sabía quién había ganado. Hubo denuncias de una serie de personas que dijeron haber votado engañadas. Ahí ocurrieron muchas cosas como en cualquier país del Tercer o Quinto Mundo. Pero es un problema de Estados Unidos, de sus instituciones, de su soberanía, de sus leyes y, en última instancia, de su pueblo. Correspondía a los estadounidenses solucionar su conflicto, como al final lo solucionaron.

FAE.-A usted se le critica por ser militar. ¿Cómo puede un militar ser presidente en un estado democrático? ¿Por qué un militar en la presidencia?

HCH.-Yo soy militar porque ésa es mi profesión. Ahora, el ser es una cosa y el estar es otra cosa. Yo soy militar, yo soy un ser humano, yo soy Hugo Chávez. Yo estudié la profesión militar como tú la de periodismo, es tu profesión. O como alguien estudió abogacía. Se habla con el verbo ser: usted es abogado, es médico. En una ocasión, alguien me dijo: usted está militarizando Venezuela porque nombró a un general presidente de PDVSA (Petróleo de Venezuela) y a otro en Corporación de Guayana. Le respondí: bueno, entonces habría que decir que estamos aboguizando el país o mediquizando el país. Lo de militar es una profesión. Lo que pasa es que aquí, en América Latina, los militares hemos sido marcados por un sello. Yo nunca olvido un programa de televisión de Panamá, Fuego cruzado. Dos señores en el estudio y yo en medio; uno comienza un furibundo ataque antimilitarista o antimilitar, no sé cómo llamarlo. Le dije: usted está mirando una sola cara de la moneda, ¿por qué no le damos la vuelta a la moneda? ¿Usted qué cree que era Bolívar? A los 16 años Bolívar era subteniente de la Escuela de cadetes de los Valles. Su papá, director de la escuela, era el general Juan Vicente Bolívar, coronel español. Y Bolívar se hizo oficial del rey, graduado con la espada del rey. ¿Qué fue Miranda? Generalísimo, mariscal de Francia. Y luego se molestó mucho porque le dije: ¿y qué fue Torrijos? Ah, bueno, Torrijos fue militar de un pueblo. ¿Quién acusa a Torrijos de tirano? ¿Quién fue Velasco Alvarado en Perú, un tirano o un luchador social? Por lo tanto, la calificación de militar ha sido muchas veces objeto de un manejo sesgado.

FAE.-Encontré una cita de usted en un libro -no lo tengo a mano, pero cito la referencia- que dice que los caudillos eran necesarios para la incorporación de nuestros pueblos a sus luchas. Señala que se nos ha vendido un modelo importado de democracia burguesa que ha privado a los pueblos latinoamericanos de sus líderes. ¿Es así como usted ve el caudillismo?

HCH.-Yo no creo haber dicho eso de esa manera. Jamás he manejado el tema del caudillismo.

FAE.-Se le señala a usted como un caudillo.

HCH.-Que digan por qué. No me siento caudillo ni soy un caudillo. No. Ahora, dentro de ese manejo de la lucha contrarrevolucionaria me acusan de todo, de caudillismo, mesianismo, populismo, de todo eso, y hasta libros y tesis se han escrito de esto. Ahora, yo jamás he dicho que los caudillos sean necesarios para incorporar a los pueblos a un proceso. Yo creo que los pueblos -por ejemplo en el caso venezolano-los niegan. Los caudillos del siglo XX impidieron la participación del pueblo. El pueblo tuvo que levantarse contra un caudillo llamado Carlos Andrés Pérez, eso es un caudillo. El caudillaje con qué llevó el país Rómulo Betancourt, a quien llaman los adecos el padre de su democracia, de esa democracia que yo tampoco he llamado burguesa, sino más bien alta, podrida, degenerada, como la he llamado mil veces siguiendo a Montesquieu, que decía que las democracias degeneran en tiranías. Así llamaban a Betancourt, padre de la democracia, pero creo que ya nadie se atreve a llamarlo así. Betancourt sí fue un verdadero golpista. A mí me dicen golpista, y me resbala, porque en verdad no soy golpista y nunca lo fui. Rebelde sí, por supuesto, inicié una rebelión militar que nadie podía parar. Una rebelión de masas, que es distinto a un coup d'état, donde una élite da un golpe de Estado contra un pueblo. Lo nuestro fue otra cosa. Aquí llegamos desesperados a echarle plomo a este palacio. Porque Carlos Andrés Pérez, ése sí, es un caudillo, mentiroso, populista y demagogo. El mismo día que tomó el poder, en 1989, firmó un convenio con el Fondo Monetario Internacional, liberó los precios de la gasolina, de la comida, congeló los salarios y el país reventó. Reventó el volcán social que venía anidándose desde muchos años atrás. La rebelión militar no la podía parar nadie, no había otra manera de cambio.

FAE.-Una última pregunta. En una entrevista, Margaret Thatcher reconoce que es fácil convertirse en un adicto al poder. ¿Lo es usted?

HCH.-Mira, yo más bien creo que soy un adicto a lo que algunos llaman el contrapoder. Lo que nosotros hemos hecho es destrozar viejos reductos de poder. Yo preguntaría más bien qué es lo que entiendes por poder, un concepto que tiene tantas connotaciones.

FAE.-¿Cómo lo definiría usted?

HCH.-El poder es para mí una capacidad de transformar. Desde ese punto de vista, siempre, aun cuando sea presidente, por el tiempo que Dios y el pueblo quieran, ya sea jardinero en un pequeño jardín como éste, ya sea maestro de escuela o entrenador de deportes, o lo que sea, yo siempre estaré ahí luchando por transformar. Es la capacidad de lucha para transformar en la búsqueda de una situación de vida más digna y mejor para todos, para un colectivo, no para uno. Desde ese punto de vista sí, estaré siempre luchando, aunque sea en solitario. En alguna ocasión estuve en solitario en una prisión, pero nunca dejé de ser adicto -tomando tu expresión-a la lucha por la transformación de Venezuela. Ahora, si lo que tú me preguntabas en torno a lo que Margaret Thatcher dijo es ser adicto a estar en una posición de poder como la que hoy ocupo, no. Yo te digo que no, no soy adicto. Incluso lo digo de vez en cuando porque lo siento. Si por necesidad del país, por necesidad de la trascendencia de este proyecto, yo mañana tengo que amanecer otra vez de soldado con un fusil, lanzándome desde dos mil pies de altura con 40 hombres entrenándolos para defender la revolución, yo sería feliz igual que si pasado mañana tuviera que ser entrenador deportivo en algún recóndito lugar. Si tú me traes 100 niños aquí mismo para enseñarles qué es la fotosíntesis y por qué son verdes las plantas, y para poner a funcionar el motorcito aquel para que el agua corra y explicar qué es el agua y por qué el cielo está un poco oscuro, yo sería absolutamente feliz. Es más, si por el país, si por la trascendencia de esta idea revolucionaria tengo que ser un cadáver, sería un cadáver feliz. Yo no soy adicto al poder ni a estar sembrado aquí, no.

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