Narcoguerra en la selva peruana

Por Por: Ricardo Burgos/ Corresponsal | Fuente: Noticieros Televisa | 2012-04-13

La captura del camarada Artemio no fue la derrota total de Sendero Luminoso en Perú

LIMA, Perú, abr, 13, 2012.-El gobierno de Perú festejó más de la cuenta tras la captura de  Florindo Eleuterio Flores, más conocido como camarada Artemio, jefe militar de los  remantes de Sendero Luminoso que operaban en el valle del Alto Huallaga, en la región San Martín, 800 kilómetros al noroeste de Lima.

No fue la derrota total de Sendero Luminoso o lo que queda de él.

Siempre se supo que el escenario más problemático de la narcoguerra que vive el Perú es el Vrae, unión entre los valles de los ríos Apurímac y Ene.

Allí, es  donde se cultiva el 70 por ciento de la hoja de coca que abastece de cocaína a los mercados internacionales. En ese lugar, más impenetrable y riesgoso que cualquier otro escenario de guerra, como el de Vietnam, opera desde hace 30 años otro grupo alzado en armas, el dirigido por Víctor Quispe Palomino y secundado por su clan de hermanos y familiares.

Este grupo violentista, que creció con el ropaje de Sendero Luminoso, se separó del grupo terrorista en el 2000 y desde entonces declaró su propia guerra, primero al servicio del narcotráfico y ahora como productor de drogas.

Los servicios de inteligencia creen que esta banda paramilitar puede estar integrada por unos 200 efectivos, todos fuertemente armados y acostumbrados a emboscar a las fuerzas del orden.

Esta semana, mientras el país festejaba el exitoso rescate de nueve mineros atrapados en una mina de cobre en la región Ica, en el sur peruano, las huestes dirigidas por el clan Quispe Palomino ingresaban a las zonas de exploración y transporte del gas de Camisea en la región Cusco y hacían noticia mundial al secuestrar a 42 de sus trabajadores.

En el colmo de los colmos, exigieron como rescate el pago de 10 millones de dólares al contado, un saldo de un millón 200 mil dólares en cómodas cuotas mensuales y anuales como "cuota de guerra", más material explosivo, dinamita, fulminantes, mechas detonadoras, sistemas  de comunicación, radios y hasta medias de fútbol.

La temeraria maniobra desubicó a los servicios de inteligencia y dejó mal parado al gobierno de Perú.

No sólo eso.

Un intercambio de disparos entre los rebeldes y las fuerzas del orden dejó el amargo sabor de boca de una policía muerta y tres heridos, dos policías y un civil en el derribo de un helicóptero UH-1H-II donado por el gobierno estadounidense para que Perú erradique el narcotráfico en la convulsa región del VRAE.

Los graves hechos han preocupado a todos.

Los familiares de la policía muerta, capitana Nancy Flores, que trabajaba para la DEA de Estados Unidos criticaron su envío a una misión para la que no estaba facultada.
Fue enviada a combatir, de manera improvisada, dijeron.

De otro lado, especialistas en narcotráfico como Jaime Antezana dijeron que el ataque pudo prevenirse porque el ejército conocía de la actividad de esta columna subversiva.
El especialista aclaró que lo que vive hoy Perú no es una guerra contra terroristas de Sendero Luminoso, sino una narcoguerra con una organización paramilitar que domina las rutas de la droga.

El gobierno  señala por su parte  que aplica una estrategia silenciosa para garantizar la vida de los 42 rehenes.

En tanto, más de mil 500 efectivos militares y policiales han sido desplazados a la zona en el área de las localidades de Echarate,Quiteni y Alto Postakiato, en la provincia cusqueña de la Convención.

Un nuevo escenario de conflicto, un capítulo más de la narcoguerra que vive el Perú.

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