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LIMA, Perú, mayo 12, 2011.- Las campanas doblan en muchos países sudamericanos por la libertad de expresión. Es un réquiem casi generalizado, una suerte de oración de difuntos por uno de los derechos fundamentales del hombre.
En los últimos años, distintas instituciones como Reporteros sin fronteras, la Sociedad Interamericana de Prensa, observatorios y barómetros que analizan y toman el pulso a la libertad de prensa, vienen alertando sobre su constante retroceso.
En Argentina, medios periodísticos independientes han denunciado que una polémica ley de medios discrimina el otorgamiento de licencias operativas, con una clara intromisión en los contenidos de los medios. La propia Sociedad Interamericana de Prensa ha advertido que el control de la información está provocando el deterioro de esta libertad fundamental.
Las cosas no están mejor en Venezuela, donde es conocida la posición crítica del presidente Hugo Chávez con los medios independientes de su país y el exterior. El caso de la televisora Globovisión, acosada por el gobierno, es emblemático.
Venezuela viene ocupando posiciones rezagadas en respeto a la libertad de expresión en el mundo. De un total de 175 países, suele ocupar el lugar 124, según informa Observatorio Sudamérica. Y lo propio ocurre con otros países como Bolivia, Colombia y más recientemente Ecuador donde un referéndum introdujo en el debate político la creación de un Consejo regulador que busca censurar los contenidos de los medios.
No se sabe aún, si los electores respaldarán o rechazarán esta iniciativa.
En Perú, las cosas han ido mejor, pero la justicia ha tratado con mano de hierro a conocidos periodistas. Es el caso de la cronista de espectáculos Magaly Medina que fue a la cárcel por difamar a un futbolista, o el caso del "bloggero" José Alejandro Godoy, condenado a tres años de prisión suspensiva por supuestamente difamar a un ex congresista.
Organismos especializados consideran por ello que Sudamérica está atrás en el ranking mundial de la libertad de expresión.
Este fantasma que recorre con prisa y sin pausa las tierras sudamericanas está latente también ahora en la campaña electoral de Perú.
El candidato Ollanta Humala, líder del nacionalismo, planteó en su plan de gobierno original la revisión de las licencias de operación entregadas a los medios de comunicación. Fue tal el escándalo que se armó que no tuvo más remedio que desistir de su plan original y anunciar en foros académicos y en cuanta tribuna pudo hablar, que un eventual gobierno suyo respetará irrestrictamente la libertad de prensa.
Lo malo es que los medios más influyentes y la gente no le creen. Y si faltara un gesto de recelo, simpatizantes del nacionalismo acosaron y golpearon el vehículo de un conocido periodista Jaime de Althaus, cuando salía de la televisora en la que labora, por supuestamente desinformar a la opinión pública sobre los planes de gobierno del candidato Humala. A esa agresión se han sumado otras denuncias de ataques a manifestaciones políticas de la candidata opositora Keiko Fujimori.
Pero aquí no acaban los temores.
Desconocidos dejaron en las últimas horas dos coronas fúnebres en el diario La Primera, de clara tendencia humalista. El macabro psicosocial estaba dirigido a Arturo Belaúnde, principal accionista y a César Lévano, director de la publicación. Al respecto, el diario La República titula en primera página " Como en tiempos de Fujimori y Montesinos, al estilo Colina", en relación a un sanguinario grupo paramilitar que asesinó estudiantes universitarios, sindicalistas y periodistas.
A tres semanas de la segunda vuelta electoral en Perú, las aguas están movidas y una vez más la libertad de expresión surge como una de las primeras víctimas en una campaña en la que los odios, recelos y temores han desplazado a los planes de gobierno.
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