Fieles filipinos emulan el calvario de Jesucristo

Por Agencia | Fuente: EFE | 2011-04-20

Escenas en las que penitentes son arrastrados con cuerdas por las calles y derribados a golpes se repiten como cada año en Filipinas, este Miércoles Santo

MABALACAT, Filipinas, abr. 20, 2011.- Los ritos paganos de la Semana Santa filipina, que movilizan a millones de fieles, comenzaron este miércoles con un rosario de golpes a veinte penitentes mayores y menores, que emularon así el calvario sufrido por Jesucristo.

En la localidad de Mabalacat se repitieron, como cada año, las escenas en las que los penitentes son arrastrados con cuerdas por las calles y derribados a golpes por grupos de cinco y seis jóvenes provistos de diversos objetos.

Los penitentes, ataviados con una túnica, descalzos, su rostro cubierto por una capucha, una corona de hojas entorno a la cabeza y fe en que ese sufrimiento le traerá la dicha, son los protagonistas de esta costumbre que se celebra el Miércoles Santo.

Acompañados durante el camino por otros fervorosos católicos que se flagelan la espalda con fustas o cargan sobre su hombro desnudo el peso de una cruz de madera de unos dos metros de altura, van de iglesia en iglesia hasta concluir el recorrido por esta localidad, situada a un centenar de kilómetros al norte de Manila.

Los penitentes y el resto de los integrantes de esta procesión se paran cada vez que se avista un santuario católico y es aquí donde los golpes arrecian por todos los lados.

Grupos de adolescentes y niños corren al lado de los penitentes y de vez en cuando tiran de alguna de las cuerdas a las que están amarrados, al tiempo que otros les propinan puntapiés o aporrean con fuerza con palos, tubos de caucho o trozos de manguera.

Los nazarenos gritan de dolor y algunos se desploman incapaces de resistir en pie la furia de golpes que reciben en las piernas y la espalda en apenas diez segundos.

"Empecé a los 13 años y siempre Dios me ha dado lo que le he pedido. El año pasado me sacrifiqué para que mi hermana diera a luz sin problemas y este año voy a pedir que me dé un empleo", dice a Efe Marvin, un joven de 18 años antes de pasar el 'kalvaryo' por quinto año consecutivo.

Mientras muestra con orgullo la gran cicatriz que tiene en el muslo derecho desde el año pasado, asegura que cuando le pegan siente dolor, como cualquier persona normal.

A pesar de que son sus vecinos quienes le dan esas tundas de palos, afirma que no les guarda ningún rencor, pues de esta manera le ayudan a redimir sus pecados y precisa que él también acostumbraba a apalear a otros penitentes cuando era niño.

"No les pego con toda la fuerza que puedo porque sé que sufren, aunque soy consciente de que la mayoría golpea sin pensar en ello. No me enfado con ellos, además me queda poco, haré un sacrificio más el año que viene y lo dejaré, con siete años seguidos es suficiente", explica.

Otros, no se lo toman con tanta filosofía, según relata Kris Ventura, un vecino de Mabalacat que acude a presenciar este rito desde cierta distancia.

"Recuerdo que hace unos años uno de los penitentes se enfadó tanto con quienes le aporrearon que unos días después mató a uno de ellos a tiros", relata Ventura.

Una vez llegan a una iglesia, algunos penitentes se arrastran por el suelo, otros se postran boca abajo ante el altar, mientras que los que acarrean la cruz aguantan en pie.

Transcurridos unos minutos de oración y desaparecido el resuello, los penitentes salen de la iglesia y continúan con la procesión, que para aquellos de mayor resistencia se prolongará durante cuatro o cinco horas.

Aunque este rito y el de las crucifixiones del Viernes Santo forman parte de las celebraciones de Semana Santa filipina, la influyente Iglesia Católica reitera que no los recomienda.

"No son ritos cristianos, no tiene sentido emular la crucifixión de Cristo o ser golpeado violentamente. Es una tradición cristiana paganizada por la población y nos esforzamos en enseñarles que ese no es el verdadero espíritu de la Semana Santa", explica a Efe monseñor Pedro Quitorio, portavoz de la Conferencia Episcopal de Filipinas.

El 80 por cien de los 94 millones de habitantes se declara católico en Filipinas, el único país de Asia donde esta religión es mayoritaria.

 

 

 

 

 

 

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