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CIUDAD DE GUATEMALA, Guatemala, abr. 13, 2011.- El drama que viven diariamente decenas de centroamericanos durante la travesía que realizan para llegar a los Estados Unidos, cruzando por México, deja historias que son necesarias contar.
Diego Alfonso es un guatemalteco indígena que en su primer intento por atravezar México perdió su pierna derecha al caer del tren en el que se transportaba por el Estado de Chiapas.
Explica que el cansancio lo venció y el dolor en su pierna lo hizo despertar: "Llevaba dos días sin dormir, creí que estaba seguro en el octavo vagón en el que viajaba, el tren avanzaba lentamente y fue en ese momento en que me dormí y desperte por el fuerte dolor que sentía".
"No sé si intentaré de nuevo viajar a Estados Unidos, ahora estoy discapacitado y ello no me permite andar con normalidad", señala Diego Alfonso.
Este relato se vuelve común en la ruta del pacífico, la que usan los migrantes más pobres, indica el sacerdote Mauro Varzelletti, Director de la Casa del Migrante de Guatemala.
Y es que también en estas travesías se observan las diferencias de clases; los que menos recursos tienen son los que más aventuras enfrentan y por consiguiente los peligros son mayores.
Los asaltos y las extorsiones son de los males menores, hoy en día los migrantes que se internan en México por la frontera sur están a merced de grupos criminales transnacionales que los secuetran y asesinan, como el caso de San Fernando, Tamaulipas, agrega el sacerdote de origen brasileño radicado en Guatemala, desde hace más de dos décadas.
Según expertos, por cada guatemalteco que es deportado desde Estados Unidos y México, diez más inician la travesía en el tren de la muerte.
Por ello, el viacrusis que realizó un grupo de centroamericanos en la capital guatemalteca, en la antesala de la Semana Santa, no es más que un acto de fe y agradecimiento con Dios, que los ilumina durante todo el camino.
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