Último adiós a niños asesinados en Brasil

Por AP/EFE | Fuente: Agencias | 2011-04-08

Brasileños continúan consternados tras la matanza de doce niños en una escuela de Río de Janeiro; decenas de personas les rinden homenaje y les despiden en el cementerio

RÍO DE JANEIRO, Brasil, abr. 8, 2011.- Familias brasileñas participaron este viernes en el entierro de los 12 niños baleados dentro de su escuela primaria, un hecho de violencia escolar sin precedentes en este país que dejó a la gente perpleja mientras buscan respuestas que, en su mayoría, llevan a más preguntas.

Diez niñas y dos niños de entre 12 y 15 años, la mayoría con un tiro en la cabeza a quemarropa, fueron baleados por Wellington Oliveira, de 23 años, quien les disparó y se suicidó cuando la policía intervino.

 Al menos otros 12 estudiantes resultaron heridos el jueves durante el tiroteo. Dos de ellos se encuentran en condición grave.

 Afuera de la escuela pública Tasso da Silveira donde ocurrió el tiroteo, un grupo de vecinos del barrio de clase trabajadora Realengo, en el oeste de Río, se pasearon estupefactos este viernes por la mañana, dejando flores a los pies de las paredes de la escuela. Doce cruces fueron dejadas en la escuela, cada una con el nombre de uno de los niños muertos escrito con pedazos de papel blanco arriba de ellas.

Funcionarios pusieron el itinerario de los 12 funerales en el portón de la escuela. En un pizarrón de maestros en el patio, se escribieron mensajes implorando por mejor seguridad en las escuelas brasileñas. Un mensaje decía "la familia carioca está de luto".

Guvete Antunes, quien vive cruzando la calle de la escuela y recibió a niños con heridas de bala el día anterior, sollozaba mientras quería encontrar el sentido de la masacre.

"¡Qué cosa tan absurda pasó!", dijo viendo a las cruces y las flores afuera de la escuela. "Nunca pensé que pudiera pasar algo como esto aquí. Niños corriendo afuera de la escuela, desesperados, con heridas de bala, tocando en mi puerta y gritando 'tía, ayúdenos por favor"'.

Centenares de personas abarrotan desde este mediodía el cementerio del barrio para acompañar la sepultura de varias víctimas, en un acto solemne presidido por el luto, el desconsuelo y el sufrimiento de familias y vecinos.
No habrá un período de luto largo y triste, la tradición brasileña estipula que la gente debe ser enterrada al día siguiente de su muerte.

 Se espera que Dilma Rouseff, presidenta de Brasil, llegue a Río para asistir a algunos de los funerales, que están programados en sucesión rápida en tres cementerios en el oeste de Río.

El alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, también acompaña a los familiares en su dolor y ha visitado las capillas donde son velados algunos de los menores asesinados a tiros por un ex alumno de la escuela, al parecer desquiciado, que se suicidó cuando fue rodeado por la policía.

Debido a la suspensión de las actividades lectivas, el colegio permanece cerrado y custodiado por un dispositivo policial, que sólo permite la entrada del personal de limpieza para acondicionar las aulas y de dos peritos que trabajan en la reconstrucción del crimen.

La Policía confirmó que Wellington Menezes de Oliveira, autor de la matanza que ha estremecido a Brasil, quemó su computadora personal para no dejar pistas a los investigadores de cómo preparó la masacre.

Hijo adoptivo de una familia de cinco hermanos, cuyos padres ya fallecieron, Menezes de Oliveira dejó su casa destrozada antes de dirigirse a la escuela para cometer los crímenes.

"Era un chico tímido y muy callado. Nunca quiso tener amistades", relató una vecina del asesino a periodistas, descripción que coincide con las de todos los que lo conocieron, quienes lo retratan como "retraído", "introvertido" y "distante".

La investigación de la tragedia se centra ahora en descubrir cómo el joven, que no tenía antecedentes penales, consiguió dos revólveres y empleó en el crimen un equipamiento profesional que le permitió cargar las armas con extrema rapidez para disparar a los alumnos.

Junto a las doce cruces blancas y a la docena de ramos de flores, en homenaje a cada una de las víctimas, los vecinos de Realengo han depositado cartas en las que expresan su dolor y consternación por la peor matanza registrada en un colegio público del país.

Entre las muchas historias conmovedoras de la tragedia está la de la familia Rocha Tavares, una de cuyas hijas, Bianca, de 13 años, murió en el tiroteo, mientras que su hermana gemela aún permanece hospitalizada para recuperarse de las heridas sufridas.

El horror golpeó igualmente a la familia de Larissa dos Santos Atanásio, asesinada por el pistolero, que ayer a mediodía se presentó en un hospital de Realengo al desconocer si la niña, de trece años, se encontraba entre los muertos o heridos.

"¡Ayúdenme a encontrarla!", suplicaba ayer, a las puertas del hospital Albert Schweitzer, una prima de Larissa, una de los doce fallecidos por el ataque perpetrado por Menezes de Oliveira.

Abatida y rota por el dolor, la abuela de Larissa se desmayó hoy en el velatorio de su nieta y tuvo que ser asistida por sus familiares.

La pesadumbre también invade la sala en la que se vela el cuerpo de Rafael Pereira da Silva, otro de los estudiantes fallecidos, donde sus familiares, que han recibido el apoyo de vecinos, no han podido contener las lágrimas debido a la angustia que los embarga.

Un día después de la tragedia, en otra escuela de la ciudad se vivieron momentos de pánico cuando dos delincuentes que huían de la policía irrumpieron en un centro educativo del barrio de Bangú, donde fueron detenidos.

 

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