Critican técnicas 'reforzadas' de interrogación de EU

Por Marisa Céspedes | Fuente: Noticieros Televisa | 2011-01-14

Activistas de Derechos Humanos dicen que las formas de tortura aprobadas en EU tras el 11-S para interrogatorios son ineficaces y poco éticas

NUEVA YORK, Estados Unidos, ene 14, 2010.- Privar a alguien de sueño, forzarlo a estar desnudo y a adoptar posiciones incómodas, son algunas de las "técnicas reforzadas de interrogación" que aprobó el gobierno estadounidense después de los ataques terroristas del 11-S 2001. Sin embargo, tres doctores que abogan por los Derechos Humanos argumentan que estos métodos no sólo carecen de ética, sino que la base científica que se usó para validarlos era deficiente.
 
La crítica de los doctores a la medida política de Estados Unidos y que recién publica la revista Science, deriva de un estudio basado en documentos y datos oficiales del Congreso, del Departamento de Justicia y de la CIA.

Los doctores descubrieron que parte de la evidencia que el gobierno usó para justificar el uso de 'técnicas reforzadas de interrogación' resultó de estudios hechos en soldados estadounidenses que participaban en ejercicios de entrenamiento para 'sobrevivir, evadir, resistir y escapar' (SERE). Dicho entrenamiento incluía  'técnicas reforzadas de interrogación' para preparar al soldado a sobrevivir, capturar y aguantar la tortura.
 
De acuerdo a Scott Allen, profesor de medicina de Brown University y uno de los autores de la crítica, los expertos médicos involucrados en esos estudios, hechos después del 11-S 2001, concluyeron que dichas técnicas de interrogación eran 'seguras, legales y efectivas'.

Allen señala que dicho entrenamiento elevó de forma dramática los niveles hormonales de estrés de los soldados y que causó en ellos síntomas vinculados a la enfermedad de estrés post traumático. A pesar de que a los soldados se les permitía parar los ejercicios cuando lo quisieran, el volumen hormonal de estrés que experimentaron equivale al de saltar desde un avión o al de someterse a quirófano.

La crítica revela igualmente que los investigadores fallaron en calibrar de forma acertada la secuela psicológica de dichos entrenamientos militares. Grave error, entendiendo que en el 2002 el Departamento de Justicia revisó la definición de tortura incluyendo en el término "daños psicológicos significantes de duración significativa, ejemplo, que duren meses o incluso años."
 
Phil Zimbardo,  profesor emérito de Stanford University y que ha escrito sobre el impacto psicológico de encarcelamiento y violencia, dice que "existen muchos testimonios de individuos que han sufrido efectos muy traumáticos de los ejercicios militares de entrenamiento (SERE), que distan enormemente en intensidad de las situaciones reales de tortura."

La crítica subraya que los profesionales de salud que supervisaron el uso de 'técnicas reforzadas de interrogación' después del 11-S 2001 eran de algún modo cómplices de actos criminales, porque fallaron en intervenir o reportar casos en los que el dolor era severo o el daño intencional. Asimismo, revela que psicólogos y psiquiatras no registraron del todo síntomas de trauma y peor aún, que aconsejaron al Departamento de Justicia sobre el uso de métodos de interrogación que explotarían las vulnerabilidades de los prisioneros como su miedo a las víboras.

La crítica achaca responsabilidad también a los doctores encargados de cuidar a los detenidos por no haber documentado o denunciado las consecuencias adversas de la tortura, violaron los estándares internacionales.

Los tres autores del reporte trabajaron estrechamente con colegas de la organización Physicians for Human Rights para evaluar a 11 detenidos que fueron puestos en libertad sin cargo alguno. Scott Allen señala que "ellos muestran altos índices de estrés post traumático y que la ansiedad ha destruido sus vidas. Esto mancha de negro la profesión en el país"

A casi una década de los atentados terroristas en Washington y Nueva York, tras los cuales Estados Unidos se acorazó, recortó sus libertades civiles y mantuvo un clima de miedo y vigilancia extrema, algunos expertos y ex militares coinciden que la tortura no es la forma más efectiva para recabar inteligencia.

Serían preferibles a las interrogaciones secretas que enajenan a los prisioneros y resulta en declaraciones falsas, la forma de operar por ejemplo de los detectives policiales sustentada por una relación social que al final del día destila confesiones sin tener que utilizar la fuerza física.

 Citan el ejemplo de un prisionero libio vinculado a Al Qaeda que reveló falsamente que había armas de destrucción masiva en Irak- que fue la razón principal que detonó la invasión de Estados Unidos a ese país.

Los autores hacen recomendaciones para limitar la práctica de la tortura, alentando a los médicos militares a reportarla en todas sus instancias y a cumplir con los estándares éticos de la medicina civil. Igualmente sugieren que los científicos del gobierno se mantengan autónomos, que su trabajo preserve su integridad y operen de forma independiente  a la cadena de mando y que grupos independientes usen regulaciones internacionales para monitorear e investigar posibles violaciones éticas por parte de los profesionales de salud.

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