CIUDAD DE MÉXICO, México, mar. 29, 2013.- Todos hemos escuchado que fruncir el seño ocupa 43 músculos, pero sonreír, sólo 17; ante este hecho, invariablemente surge la pregunta: ¿por qué, entonces, no sonreímos más a menudo?
Sabemos que una sonrisa puede iluminar el día de alguien más al mismo tiempo que el de quien sonríe, y aun así parece que el suministro de sonrisas está escaso en estos tiempos. Además, hay ocasiones en que le sonreímos a un extraño y esperamos que corresponda el gesto, pero sólo encontramos una mueca más amarga, acompañada de una mirada de confusión.
Una sonrisa es una señal universal, un lenguaje sin palabras, una comunicación que no necesita traducción. Sin importar dónde nos encontremos, una sonrisa puede llegar a donde nosotros nunca podremos. En los sitios donde la oscuridad del alma es profunda, un perfecto extraño puede llenar de luz el espacio con una sonrisa nacida desde el alma.
Una sonrisa es una declaración de que estamos interesados auténticamente en los problemas de otros y que vamos a quedarnos junto a ellos para encontrar soluciones.
Una sonrisa auténtica trasciende cualquier asunto: religión, política, fronteras. Nadie que esté en el dilema más profundo puede resistir una sonrisa inesperada.
Y una sonrisa puede dar más confort que cualquier otro gesto. Una sonrisa libera endorfinas y nos hace sentir un pequeño abrazo de felicidad, nos hace sentir confiados y satisfechos. Y cuando nos tomamos el tiempo para dirigir una sonrisa auténtica a otra persona, nuestras endorfinas permiten que la otra persona sienta ese abrazo de felicidad.
Sin importar de qué humor estemos, hay que sonreír y volver a sonreír y como magia, la felicidad comenzará a corrernos por el cuerpo. Es cierto, es muy difícil combatir los efectos de la tristeza con una simple sonrisa y aún más difícil sustituir el seño fruncido de alguien más por una sonrisa sólo porque nos sentimos bien, pero vale la pena intentarlo.
Si tratamos de sonreír siempre a la misma persona que nos mira con enfado cada mañana, al final, sin importar qué tan amargo sea su gesto, puede cambiarlo por una sonrisa. No es de efecto inmediato, pero el ejercicio constante sí nos va a dar esa satisfacción. Es más, no siempre va a funcionar, porque hay quienes sólo se sienten s detrás de un gesto amargo, pero una enorme mayoría agradece la calidez de una sonrisa.
Inténtalo con compañeros de trabajo que se vean abrumados, con los hombros encorvados, los ojos y la boca en permanente disgusto. Seguramente no encontrarás correspondencia de inmediato, pero esa sonrisa se quedará grabada en la mente de quien la reciba y a ti, que estás sonriendo, te envolverá el gozo que las endorfinas liberan, sólo por regalar una sonrisa.
Sonríe tanto como puedas. Sonríele a un amigo, a un amante o a un extraño y, todavía más importante, aprende a sonreír a la imagen en el espejo.
Sí hay que hacer un esfuerzo para sonreír, para comprometerse con inundar de sonrisas tu mundo, pero una vez que comienzas, las recompensas no tienen final.
Con eso en mente, considera que la sonrisa debe ser el ejercicio más importante del día, y tu corazón y tu mente estarán mejor sólo por mover 17 músculos faciales.
TFO
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