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Llegaron a México en contra de su voluntad, los separaron de sus familias.
Les negaron su lengua, les quitaron la libertad y hasta su nombre, pero no la memoria.
"Han ido recreando sus prácticas y sus costumbres a partir de esa mínima memoria histórica que tienen de sobrevivencia", dice la investigadora de la UNAM, Elia Avendaño Villafuerte.
Trajeron ritmo, que sigue vigente 500 años después en el son del cajón y en la marimba, instrumento que en una lengua bantú significa "conjunto de maderas que son golpeadas" y que, según historiadores, llegó a Veracruz, producto del tráfico de esclavos africanos.
Su herencia también está presente en el baile, en los pasos de la danza de la tortuga y sobretodo, en la danza de los diablos.
"Para nosotros es la danza que mejor representa al pueblo negro, es una danza, fuerte, vigorosa que se baila en toda la franja costera y únicamente en pueblos negros", explica Israel Reyes, presidente de África A.C.
Dos de los tres instrumentos que dan vida a la danza de los diablos son de origen africano. La charrasca, hecha con la quijada de un burro o caballo y la arcusa, una especie de tambor hecho de cuero de venado, con una vara que recrea el rugido de un tigre.
Pero las tradiciones no se limitan a lo musical.
"No vas a encontrar en la cultura negra, monumentos, ruinas, estatuas. La fuerza de la cultura negra está en su oralidad, en sus cuentos, en sus leyendas, en las historias que fueron contadas de generación en generación".
"Malhaya yo pudiera ponerle puente a la mar, para que así la vida mía dejara de navegar. No siento el que se me arranque y aunque muriéndome esté, lo que siento es dejar maca para que otro se maqueé", declama Paula Roberta Herrera, afromexicana.
La herencia del pueblo negro está presente en todo el territorio mexicano, principalmente en la Costa Chica, que va desde el sur de Acapulco, en Guerrero, hasta Huatulco, en Oaxaca, también en Veracruz, Michoacán, Guanajuato, Zacatecas, Yucatán, Quintana Roo, Jalisco y Coahuila.
En América Latina, la mayor concentración de afrodescendientes se encuentra n siete países que ya han reconocido jurídicamente su existencia: Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, Nicaragua y Panamá han modificado sus constituciones y con ello, reivindicado al pueblo negro. Cuestión que no ha sucedido en México.
"Estamos dejando jurídicamente fuera a una cultura, que es la cultura negra", ¿por qué el reconocimiento? "Porque jurídicamente una persona no existe, sino tiene acta de nacimiento. Entonces un pueblo negro aunque exista no puede ejercer derechos como comunidad si no está jurídicamente reconocida", afirma la investigadora de la UNAM, Elia Avendaño Villafuerte.
Negar la presencia de los negros afromexicanos, blanquear la historia y mantenerlos al margen de la ley, atenta también contra el derecho a la identidad.
"El problema que dificulta la reconstrucción de su identidad es la discriminación, en el caso de los pueblos negros la discriminación inicia de manera estructural. En el esquema político, económico, social y específicamente legal están excluidos".
Hace casi 13 años, asociaciones civiles, principalmente de Guerrero y Oaxaca, comenzaron la lucha por la reivindicación de los negros afromexicanos. El objetivo más importante, aseguran, es hacer que el estado salde la deuda histórica y ponga fin a la discriminación.
"Es un sueño muy grande que tenemos, el hecho de que seamos reconocidos a nivel nacional y estatal como parte integrante de esta nación que con el paso del tiempo nos ha ido desdibujando de su historia", manifiesta Julia Acevedo.
"Se los debemos como parte de su contribución a nuestra identidad biológica, a nuestra identidad cultural y a nuestro desarrollo económico", asegura la doctora Avendaño, de la UNAM.
Es la tercera raíz, la de origen negro. La que no aparece en los libros de historia ni en las leyes, pero que está presente en México desde hace más de medio siglo.
AGHO
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