EL LEGADO DE HUGO CHÁVEZ.
Desde 1999 a 2012, Hugo Chávez utilizó su gran carisma, su formación militar y los inmensos ingresos petroleros de Venezuela, para construir un régimen político híbrido: una democracia iliberal. Es decir, un régimen político donde se apela a la celebración de elecciones libres -aunque no justas- como procedimiento básico para la representación política y la toma de decisiones; pero se restringen los derechos y libertades civiles y políticas, así como la actuación de la oposición política, la sociedad civil y los medios de comunicación frente al poder establecido.
Para lograrlo, Hugo Chávez revitalizó la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), cambió la legislación petrolera y se aseguró el control de Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), aumentando así la capacidad económica disponible de su gobierno. En sus 14 años en el Palacio de Miraflores, ingresaron alrededor de 383 millardos de dólares por concepto de renta petrolera con los cuales desplegó un conjunto de programas sociales de corte asistencialista -las llamadas "Misiones"-, que lograron efectivamente disminuir la desigualdad económica y la pobreza.
Carisma y petrodólares permitieron una movilización constante de las masas venezolanas y la consolidación de la figura de Hugo Chávez como líder indiscutible. Su formación militar le permitió delinear una estrategia de conflicto permanente y coherente para alcanzar la hegemonía política, así como atraer y dominar al estamento militar.
En la acera de enfrente, unos partidos políticos tradicionales envejecidos y desacreditados por la corrupción en que se habían sumido, no fueron diques para contener la fuerza de este nuevo fenómeno de la política venezolana. Así, Chávez a su muerte, dejó un régimen político con cinco poderes públicos formales que en realidad giraban en torno a su persona; donde existe libertad de expresión pero bajo riesgo de sanción o castigo -provocando que la auto-censura se haya convertido en moneda corriente-; donde la política y la libertad de asociación se ejerce bajo sospecha y en conflicto permanente -siendo la cárcel o el exilio un posible destino final-; donde se realizan elecciones libres pero no justas; y donde se gobierna autoritariamente. En definitiva, una auténtica democracia iliberal.
Hugo Chávez nunca vislumbró su proyecto como meramente nacional. Desde su visión, era necesario traspasar las fronteras para ofrecer una resistencia coordinada a las fuerzas del capitalismo global dirigidas, a su entender, desde Estados Unidos, el ubicuo "Imperio". A partir de allí, desplegó una ambiciosa proyección internacional basada en sus dos grandes activos: abundantes petro-dólares y su liderazgo carismático. De esta forma, eludió con éxito las críticas al déficit democrático de su régimen político y el concomitante aislamiento internacional que esto podría generarle.
Latinoamérica fue poco a poco cejando sus críticas hasta hacerse tolerante con la Venezuela de Chávez. Entre los factores que dieron origen a esta situación, se encuentran lo novedoso de este régimen político híbrido en Latinoamérica que causó mucha confusión entre sus cancillerías, el romanticismo con el que se acoge tradicionalmente el discurso de la izquierda política, el carisma de Chávez y su generosidad para utilizar la cooperación petrolera -alrededor de 400 MBD se destinan para estos propósitos en la región- y el llamado "giro a la izquierda" de Latinoamérica a partir de 2003 con la llegada al poder de Lula en Brasil y los Kirchner en Argentina.
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