Sin playas artificiales, de vuelta a los balnearios

Por Alonso Aguilar | Fuente: Noticieros Televisa | 2013-03-28

Balneario Elba

A pesar de que no hay playas artificiales en el DF, varios capitalinos no dudaron en acudir a refrescarse en los pocos balnearios que quedan

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CIUDAD DE MÉXICO, México, mar. 27, 2013.-Por primera vez en seis años, durante estas vacaciones de Semana Santa, no habrá playas artificiales en el Distrito Federal, como lo confirmó el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera el pasado lunes.

No obstante, esto no es motivo suficiente para que los capitalinos se echen un chapuzón, aunque sea en los balnearios.

Roberto, de 18 años y proveniente de la colonia Agrícola Oriental, llega con sus amigos al Balneario Elba, ubicado en la Calzada Ignacio Zaragoza, a un costado de un gran cerro que sirve como escenario campestre.

"Por adulto, 60 pesos, y por niño, 50", dice la mujer en la taquilla. "Somos cuatro adultos", contesta Roberto, con sus botas negras en mano y los pies descalzos.

A esa hora, el balneario luce semivacío, pero algunas familias ya se instalaron en las áreas verdes, donde hay mesas fijas y sillas de plástico. Algunos niños juegan sobre el pasto. Otros, se preparan para ingresar a alguna de las tres albercas.

La renta de mesas y sillas cuesta 45 pesos y es por todo el tiempo que el balneario permanece abierto (de 9:00 hrs a 17:00 hrs). Son más las personas acostadas sobre el suelo que sentados en algún inmueble.

No faltan algunas casas de campaña, colocadas en los jardines y que sirven como refugio para personas ancianas que acompañan a sus familias.

Como si fuera un requisito el entrar sin playera al recinto, Roberto y sus amigos se la quitan y muestran sus torsos y pechos marcados por la camisa interior.

La mayoría de los hombres presentes en las albercas no llevan la ropa adecuada para meterse al agua, según el reglamento del lugar, el cual establece que sólo se ingresará con traje de baño.

Muchos de ellos ingresan con camisetas y shorts deportivos. Las mujeres, con trajes de baño largos, siempre tratando de cubrir con sus brazos sus pechos o sus lonjas.

La piscina más concurrida es la de los niños, que para mediodía ya lucía llena. Unos chapotean y otros lloran bajo la supervisión de sus padres. Incluso, algunos se encuentran dentro de la alberca, de un metro de profundidad.

Arturito, como le dice su mamá, podía pisar el fondo del chapoteadero. Es un niño con sobrepeso y que no tiene más de seis años de edad. A pesar de eso, utiliza flotadores y camiseta blanca.

"No vaya a ser que me ahogue", dice rápidamente antes de volver a intentar sumergirse en el agua turbia de la piscina infantil.

En las otras albercas, no faltan las parejas de jóvenes. En la principal, la más grande y que en el centro tiene el hongo, símbolo inequívoco de los balnearios, muchos de ellos no dudan en mostrar su amor en el agua. Incluso, una pareja decide pasar después de los besos y caricias en la alberca a su casa de campaña, alejada de la multitud.

Roberto y sus amigos prefieren jugar a aventarse agua entre ellos. A pesar de la baja temperatura de la alberca, no dejan de de reír y de pasar un buen momento.

El tamaño de la alberca de toboganes era mucho menor, pero tiene más personas. "Ésta está más calientita", le dice una madre a su hija. "Aparte ahí viene tu hermana".

La hermana sale del tobogán entubado gateando. "Me quedé atorada", grita y ríe antes de caer sobre la costra negra que se junta debajo del final del tobogán. Le siguieron varios que sí resbalaron bien y cayeron directo al agua turbia, sin quitar la sonrisa.

13 hrs. Momento de la comida. En las áreas verdes, varias familias se reúnen frente a un gran bote de mayonesa, bolillos, jamón, queso, latas de chile y de frijoles. Por un lado hay mangos, cáscaras de naranja, latas de cerveza vacías o vasos de cartón de las micheladas que venden en la tienda por 50 pesos.

A pesar de que el local ofrece hamburguesas, hot-dogs, papas a la francesa y sopas instantáneas por menos de 30 pesos, y de que hay asadores disponibles para el uso común, la mayoría come tortas. Se pasan el bocado con agua de sabor naranja o Jamaica en garrafones, envueltos en toallas mojadas para que no se calienten por el sol.

Por el área están regadas sandalias de muchos colores, pero particularmente todas de plástico. La gente prefiere caminar descalza, sin importar las infecciones que puedan contraer. Uno de los visitantes tiene las uñas de los pies moradas y no duda al echarse un chapuzón.

Gabriela, una señora de más de 80 años, es la encargada del balneario Elba. Admite que para las 14 hrs, ya habían ingresado más de 250 personas al lugar.

"Y el jueves y viernes santo habrán más, ¡no lo dude!", sentencia con una carcajada. El lugar está repleto, aunque no a reventar.

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