Rasgos y razones del desencanto de la democracia en Latinoamérica

Por Manuel Montobbio | Fuente: Foreign Affairs Latinoamérica | 2013-02-12

Subcomandante Marcos

La conquista de la democracia en América Latina ha llevado a menudo al desencanto, la perplejidad, la toma de conciencia de que la instauración de la democracia no es la solución a los problemas de la sociedad, sino el marco a través del cual afrontarlos. ¿Cuáles son las razones de ese desencanto?

Hubo un tiempo, no lejano, en que Latinoamérica fue escenario de la confrontación Este-Oeste, en que la revolución era considerada como vía y modelo para el cambio político y el populismo una manera de articular la participación política de las clases populares. De tal forma los regímenes autoritarios intentaban legitimarse con un discurso desarrollista o de confrontación Este-Oeste; en que la teoría de la dependencia y el modelo centro-periferia y las políticas proteccionistas y de fomento industrial para sustitución de importaciones orientaban la economía. Tiempo pasado sustituido por un presente, tras las transiciones a la democracia a partir de los ochenta y las reformas económicas, de aceptación y afirmación generalizada de la democracia y la economía de mercado como paradigmas articuladores de las  sociedades. Democracia y sistemas políticos instaurados que afrontan retos de consolidación y de calidad.

Y sin embargo, esas transiciones, esa conquista de la democracia, ha conllevado a menudo el desencanto, la perplejidad, la toma de conciencia de que la instauración de la democracia no es la solución a los problemas de la sociedad, sino el marco a partir del cual afrontarla. ¿Cuáles son los qués y los por qués, los rasgos y razones de ese desencanto, esa perplejidad? Muchas pueden ser las respuestas a tal pregunta, mas entre ellas no deberían faltar la consideración del carácter electoral de la democracia instaurada, de la problemática de la violencia y las legalidades truncas, de los retos de consolidación del sistema político ?tanto en relación a las estructuras de intermediación y el sistema de partidos como a la cultura política y la conformación de la opinión pública?, de la pervivencia de otros paradigmas referenciales en la conformación de los sistemas políticos, y del contrapeso de poderes y el desarrollo del Estado administrativo. A tal consideración, con el ánimo de contribuir a dicha respuesta, responde el itinerario analítico que se desarrolla a continuación.

Del carácter electoral de la democracia instaurada

La democracia instaurada es, en general, la democracia electoral, un sistema político en que se accede al poder político en las instituciones a través de procesos electorales competitivos. Para que un sistema político pueda ser considerado democrático, requiere desde luego de ellos con suficiente grado de participación y oposición, pero también de la efectiva independencia y equilibrio de poderes y de la capacidad efectiva del Estado para conseguir los fines y desarrollar las funciones para las que ha sido elegido y para garantizar y articular el cumplimiento efectivo de la ley, lo que requiere su monopolio del uso de la violencia organizada y el sometimiento de su propia actuación al derecho , así como de una capacidad efectiva de desarrollar políticas públicas que al tiempo que cumplir con los compromisos internacionales le dé un margen de autonomía y acción que no suponga la mera ejecución de éstos. Un Estado democrático no es un Estado anémico o ausente.

Al respecto, como se señala en el referencial Informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo sobre el estado de la democracia en Latinoamérica, la democracia es tanto electoral como ciudadana y social; y la instauración y consolidación de la democracia electoral no implica necesaria y automáticamente la de la democracia ciudadana y la social, sino un paso adelante en la construcción de la democracia a completar en dichos ámbitos.

Democracia ciudadana implica, por un lado, el desarrollo de la sociedad civil, que en Latinoamérica afronta una tradición de considerar al Estado como el instrumento esencial y único de transformación de las sociedades, y el reto de conformar organizaciones que no sólo se centren en la interlocución e influencia de éste, sino también en la transformación de la sociedad desde la propia sociedad.

Democracia social y económica implica la posibilidad de disfrute efectivo de los derechos fundamentales por y para los que se suscribe el contrato social, lo que requiere existencia para cada ciudadano y ciudadana de unas mínimas condiciones de subsistencia y de vida.  Lo anterior  plantea en Latinoamérica no sólo el reto de reducción de la pobreza y el desarrollo, sino muy especialmente de la reducción de la desigualdad y la extensión progresiva de las clases medias.

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