Éxodo después de los ataques del 11 de septiembre en NY

Por Agencia | Fuente: AP | 2011-08-20

El Centro Empire para Políticas del Estado de Nueva York afirma que 1.6 millones de habitantes se mudaron entre 2000 y 2010

NUEVA YORK, Estados Unidos, ago. 20, 2011.- A pesar de lo intenso de los recuerdos de temor y confusión por los atentados del 11 de septiembre del 2001, Karen Cooney sabe que serían peores si siguiera viviendo en la ciudad de Nueva York. Ella considera que, en su caso, la mejor manera de salir adelante fue irse de la urbe.

 "Cada vez que uno salía de la casa, había recordatorios (de lo sucedido)", dijo Cooney, quien se reubicó en 2004 con su esposo en Upper Southampton, Pennsylvania. "Uno volvía a vivir ese día".

Aun cuando Nueva York se ha recuperado del 11 de septiembre en diversos aspectos y en los últimos 10 años su población ha crecido incluso en las cercanías donde el Centro Mundial de Comercio fue destruido, vivir ahí se volvió imposible para algunas personas traumatizadas por los ataques.

No hay cifras claras del número de personas que emigraron de la ciudad debido a los atentados, pero según un análisis de las estadísticas del censo que efectuó el Centro Empire para Políticas del Estado de Nueva York, 1,6 millones de habitantes del estado se mudaron a otras entidades de 2000 a 2010.

Entre los emigrantes figuraron personas que sufrieron estragos emocionales enormes o que fueron víctimas de las secuelas económicas y perdieron sus empleos tras los ataques.

Cooney vivía en el distrito de Staten Island, donde residían numerosos bomberos, policías y otras personas que perecieron ese día. Su esposo perdió a un primo que se encontraba en el departamento de bomberos.

Cooney y su hija incluso asistieron a funerales de personas que no conocían en solidaridad con las familias de los fallecidos. Pero al paso del tiempo, la situación comenzó a volverse más pesada. "Creo que si no me hubiera ido, no estoy segura de que lo hubiera manejado tan bien", apuntó.

La señora LaShawn Clark recuerda los días posteriores a los ataques: la seguridad fue reforzada en su vecindario en el sector de Crown Heights de Brooklyn. Se vivía tanta tensión que las personas se echaban a correr cuando escuchaban las explosiones del escape de un vehículo.

Lo peor de todo era el pesar persistente por la pérdida de su esposo Benjamin Clark, el padre de sus cinco hijos fallecido al derrumbarse la torre sur del Centro Mundial de Comercio.

A principios de 2003, Clark empacó y se llevó a sus hijos a Allentown, Pennsylvania. Jamás ha lamentado haberse ido ni haber emprendido una vida nueva: se casó otra vez y dio a luz a su sexto hijo. El cambio de escenario también fue positivo para sus hijos.

"Los he visto crecer y recuperarse", dijo. "Y los he visto recuperarse mucho más rápido de lo que lo habrían logrado en Nueva York".

Hacer un cambio así permite un mínimo de control a las personas que han vivido sucesos traumáticos y eso puede ser positivo, dijo el psicólogo clínico J. William Worden, quien ha escrito libros sobre la aflicción y la asesoría en casos de duelo.

"Cada vez que alguien puede reafirmar su sentido de individuo actuante, es positivo", expresó Worden. "Una de las formas en las que la gente puede dar sentido a sus vidas es encontrar un aspecto positivo o redentor en una situación".

Charles Petersheim es un ejemplo. Petersheim era gerente de construcción, pero su trabajo desapareció al detenerse la edificación de establecimientos comerciales tras los ataques.

Cuando expiró su contrato de arrendamiento, Petersheim, oriundo de Lancaster, Pennsylvania, decidió que había llegado la hora de partir de Nueva York. "Después del 11 de septiembre, Nueva York ya no era el lugar más fabuloso para vivir", dijo. "Fue muy sencillo marcharme de la ciudad y olvidarla un poco".

Petersheim emigró hacia el norte, a Eldred, condado de Sullivan, en el estado de Nueva York, donde había comprado una propiedad deteriorada que en un principio había pensado emplearía para viajes cortos.

Pronto advirtió que había oportunidad de negocios, montó una compañía reparadora de casas y después comenzó la construcción de viviendas tipo antiguo con las comodidades modernas.

En los últimos 10 años, según sus cálculos, ha construido 100 casas, muchas de las cuales fueron vendidas a familias que abandonaron la ciudad de Nueva York en busca de una vida más tranquila.

Petersheim también ha desarrollado su propia vida en el condado de Sullivan, y ahora tiene esposa y un hijo pequeño. "En lo que a mí respecta, (dejar Nueva York) fue la decisión correcta", dijo Petersheim, de 41 años.

Otra que se mudó al condado de Sullivan fue la instructora de yoga Cheri Brasseale, que vivía cerca del bajo Manhattan. Brasseale estaba embarazada en el momento en que vio a las torres incendiarse, y entonces sintió que se le rompía la fuente, justo a tiempo.

La mujer llegó al centro de maternidad, donde veía las noticias de manera intermitente mientras aguardaba el parto. Entre sus dolores, la mujer hizo una reflexión. "Si hay gente que está muriendo y doliéndose, entonces yo puedo dar a luz", dijo.

El hijo de la mujer, Kai, nació a la 1 de la madrugada del 12 de septiembre. Se fue de la ciudad por un par de días y se dirigió a la casa de fin de semana que ella y su esposo tenían en Cocheton Center. Este lugar es ahora su vivienda permanente.

Parte del atractivo de su casa actual es que le brinda un sentido de comunidad, un aspecto que --dijo-- se perdió en Nueva York en los años posteriores al 11 de septiembre a causa del polarizado ambiente político del país.

Ahora, en lugar de la selva urbana, la mujer pasa los días en un terreno de 4,05 hectáreas (10 acres) con pollos, ovejas y cabras, en un lugar donde conoce a los dueños del teatro y de la panadería. "Estoy contenta con mi decisión", dijo.

Para Clark, madre de seis niños, la tensión se debía en parte a la presencia constante del 11 de septiembre, incluso después: los noticiarios, la vida diaria en un lugar donde todos fueron afectadose n diversa magnitud.

"Algunas personas hicieron historia cuando ni lo pretendían", dijo la chef de 45 años que emigró en agosto a Charlotte, Carolina del Norte. "Uno nunca espera que la muerte se presente en una forma que es repetida constantemente".

Algunos de los efectos de los ataques se fueron junto con Cooney y su familia después de que emigraran de Staten Island. Ella se propuso familiarizarse con su nuevo lugar de residencia e ideó rutas para regresar a su casa en caso de una emergencia, lo cual no pudo hacer durante las horas de pánico del 11 de septiembre, cuando no logró comunicarse con su familia.

Pero los años posteriores a su partida de Nueva York han sido positivos. "Fue una buena decisión", dijo Cooney. "Se trataba del proceso de recuperación, y así (con la emigración) fue como lo enfrentamos".

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