Descubren momias tarahumaras en Chihuahua

Por Redacción | Fuente: Cortesía | 2011-08-02

Dos cuerpos humanos parcialmente momificados y un esqueleto, todos de la época prehispánica, se hallaron en la cueva El Gigante, en la sierra de Chihuahua

CHIHUAHUA, México, ago 2, 2011.- Arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) hallaron dos cuerpos humanos parcialmente momificados y un esqueleto de ancestros rarámuri, en la Cueva El Gigante, ubicada en el municipio de Guerrero, en la Sierra Tarahumara, Chihuahua. El par de momias se suman a otras ocho que se descubrieron en el mismo sitio a finales del año pasado.

De acuerdo con los especialistas, el hallazgo de los individuos momificados, cuya antigüedad se estima entre 800 y 1,000 años, corresponde a un cementerio prehispánico, toda vez que -entre 2010 y 2011-, en la misma cueva se han contabilizado 10 momias y 13 esqueletos.

El arqueólogo Enrique Chacón, a cargo del Proyecto Arqueológico Cueva El Gigante, informó que el hallazgo del último par de momias y el esqueleto, se registró recientemente mientras se finalizaba la excavación, documentación y registro arqueológico del lugar. Los ejemplares hallados el año pasado, fueron encontrados por tres jóvenes que dieron aviso a las autoridades, y estas a su vez notificaron al INAH para hacer el peritaje y comenzar la investigación.

Una vez hecho el registro y levantamiento de los restos humanos, éstos fueron trasladados al Museo Comunitario de Historia Regional "Abraham González", y posteriormente se dará paso a la etapa de conservación y análisis, misma que también incluirá a los objetos con que fueron enterrados los antiguos tarahumaras en la cueva.

Chacón adelantó que entre los estudios de laboratorio que se efectuarán están los fechamientos por Carbono 14, para determinar con exactitud el periodo en el que fueron enterrados los 23 individuos, y el lapso durante el cual el abrigo rocoso fue ocupado como cementerio.

Durante varias semanas de 2010 y 2011, el equipo de arqueólogos trabajó en el interior de la cueva, donde se lograron identificar por lo menos 23 individuos, de los cuales 10 están articulados, es decir, las extremidades están unidas, y conservan partes con tejido, por lo que se catalogaron como parcialmente momificados. En tanto que de los otros 13 personajes sólo se conservaron los esqueletos.

Enrique Chacón detalló que de la decena de momias tres corresponden a lactantes, y el resto a jóvenes y adultos. "La mayoría de los cuerpos se encontraron en posición fetal, y tienen evidencias de que fueron depositados en la cueva en forma de bulto, envueltos con mantas de algodón y de fibras vegetales, similares a los petates, pero que funcionaban como cobijas atadas con cuerdas".

Por correlación, a partir de los objetos con que fueron enterrados y la forma en que fueron colocados los individuos, se infiere que deben tener una antigüedad de entre 800 y 1,000 años; es decir, que la cueva pudo utilizarse como cementerio alrededor de 1000 o 1200 d.C., refirió el especialista del INAH.

"Pensamos -añadió- que los individuos fueron depositados sobre el suelo de la cueva, como bultos, y que alrededor se les colocaron sus ofrendas, después fue tapada la entrada con un muro; con el tiempo la tierra, el polvo y la hojarasca fueron sepultando los restos humanos. En tanto que la condición seca de la cueva y el clima estable ayudó a que los restos se preservaran, y de esta manera se dio una momificación natural", explicó Chacón.

No obstante, puntualizó, los cuerpos no permanecieron intactos desde que fueron enterrados, "hay rastros de que algunos se removieron por lo menos en dos ocasiones, quizá por animales, lo cual propició que algunos cuerpos se conservaran mejor que otros, y que unos se momificaran y otros no".

El arqueólogo abundó que además de los restos humanos se encontraron varios objetos a modo de ofrendas. En la excavación de 2010 se halló una coa prehispánica que se utilizó para el cultivo, un cesto tejido sin diseños, dos cucharones de guaje y varias semillas de chilicote, que es una variedad de frijol silvestre; además de fragmentos de las mantas y cordeles con que envolvieron los restos mortales.

En 2011 se hallaron más fragmentos de mantas, chilicotes, cuentas de concha y de hueso, algunas ensartadas en collares, así como una punta de proyectil completa y un fragmento de otra, pedazos de cerámica, un recipiente y un pendiente de turquesa.

El arqueólogo Chacón dijo que derivado del estudio de las mantas, se han clasificado tres tipos: uno de tejido doble, elaborado con fibras vegetales, posiblemente palmilla, que es un tipo de yuca que crece en la barranca; otro hecho con piel de animal cuya especie aún no se identifica; y uno más de fibras de algodón, más delgado que el de tejido doble y de nudo más apretado.

Al hacer un comparativo a través de la literatura etnográfica y por reportes de trabajos sobre cementerios prehispánicos en la Sierra de Chihuahua, el arqueólogo propone que se trata de un cementerio tarahumara, pero será con el fechamiento por ADN e isótopos, a practicarse en los cuerpos momificados, como se confirmará la filiación cultural.

El equipo de investigación, agregó, está integrado por estudiantes de antropología física y arqueología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) de la Ciudad de México, y de antropología social de la ENAH-Chihuahua.

UN GIGANTE EN LA SIERRA TARAHUMARA

El arqueólogo Enrique Chacón destacó que entre los materiales que conformaron las ofrendas de las momias, destacan las semillas de chilicote, cuya mención aparece en una leyenda que desde tiempos ancestrales hace eco en todas las comunidades tarahumaras de la sierra y que, de manera mítica, conecta al cementerio prehispánico con un gigante.

"La gente refiere que en las cuevas habitaba un hombre de estatura mucho mayor a la normal, al que llamaban Ganoko, quien se comía a los niños de los indígenas; para defenderse, los tarahumaras decidieron envenenarlo dándole a comer chilicotes; dicen que el gigante se fue a morir a una cueva".

Hasta el momento, dijo Chacón, no se han encontrado huesos de ningún ser humano de tamaño anormal, a pesar de que los nativos insisten en la historia,  y de que la figura del ser gigantesco está plasmada en distintas pinturas murales dentro de diferentes cuevas de la Sierra Tarahumara.

"Por eso las semillas de chilicote, que estaban colocadas en el cucharón, a manera de ofrenda, son motivo de un estudio más amplio, tendiente a conectar a la arqueología con la etnohistoria, y con ello recuperar la información que guardan las cuevas de la Sierra de Chihuahua", finalizó el arqueólogo.

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