Un recuerdo a José Guadalupe Posada

Por Redacción | Fuente: Cortesía | 2011-01-19

Este 20 de enero se cumplen 98 años del fallecimiento de José Guadalupe Posada, autor de la 'Catrina'

CIUDAD DE MÉXICO, México, ene 19, 2011.- El investigador Agustín Sánchez, autor del libro José Guadalupe Posada. Una historia en blanco y negro (Conaculta, 2010), tiene una frase que revela mucho sobre la historia de este excepcional dibujante y grabador mexicano:

"Posada nació el día que murió don Lupe. Don Lupe era el señor que andaba haciendo sus dibujitos por aquí y por allá, y cuando se muere don Lupe pasan muchos años para que empiece el mito de José Guadalupe Posada".

Este pasaje es fundamental para entender que si bien José Guadalupe Posada fue capaz de dejar un retrato fidedigno de un cambio de siglo y de un cambio cultural, sin proponérselo, se convirtió en uno de los iconos del nacionalismo cultural y nos legó, también uno de los símbolos mexicanos: la Calavera Catrina.

José Guadalupe Posada Aguilar nació el 2 de febrero de 1852, en el barrio de San Marcos de la ciudad de Aguascalientes, y falleció el 20 de enero de 1913. Su padre fue el panadero Germán Posada Serna y su madre Petra Aguilar Portillo, quienes procrearon seis hijos: José María de la Concepción (1832), José Cirilo (1839), José Bárbaro (1843), José Guadalupe (1852), Ciriaco (1856) y María Porfiria (1858).

Después de aprender a leer y escribir con su hermano José Cirilo, Posada ingresó a la Academia Municipal de Dibujo de Aguascalientes. En 1868 entró como aprendiz en el taller litográfico de Trinidad Pedroza.

En estos primeros años de aprendizaje, el joven Posada manifestó una facilidad innata para la caricatura, de tal modo que su mentor logró introducirle en el mundo del periodismo y de la prensa gráfica como dibujante; y logró publicar sus primeras viñetas en el periódico El Jicote (1871), cuando el artista acababa de cumplir los 19 años.

En 1872 Posada y Pedroza deciden instalarse en León, Guanajuato, donde ambos se dedicaron a la litografía comercial, con la que realizaban estampas religiosas, cajetillas, etiquetas, invitaciones, bolos, tarjetas, esquelas, etcétera. En León, Posada abrió su propio taller y trabajó como maestro de litografía en la Escuela de Instrucción Secundaria.

Las graves inundaciones que asolaron León en esa época le obligaron a trasladarse a la Ciudad de México, donde le hicieron rápidamente ofertas para trabajar en distintas empresas editoriales, entre ellas la de Irineo Paz, abuelo de Octavio Paz. Allí elaboró cientos de grabados para numerosos periódicos: La Patria Ilustrada, Revista de México, El Ahuizote, Nuevo Siglo, Gil Blas, El Hijo del Ahuizote, etcétera. 

Su nombre cobró una fama inesperada y su cotización se disparó, alcanzando cimas que pocos meses antes le habrían parecido inimaginables. Esta repentina bonanza económica le permitió abordar una serie de experimentos gráficos que culminaron con la exitosa utilización de planchas de zinc, plomo o acero en sus grabados.

A partir de 1890, sus trabajos gráficos ilustraron las publicaciones, de carácter nacionalista y popular del impresor Antonio Vanegas Arroyo: historietas, liturgias de festividades, plegarias, cancioneros, leyendas, cuentos y almanaques, destacando La Gaceta Callejera y las hojas sueltas que incluían imágenes e información resumida de carácter diverso sobre "acontecimientos de sensación".

A partir de entonces Posada emprendió un trabajo que le valió la aceptación y admiración popular, por su sentido del humor, propensión a lo dramático y calidad plástica. En su obra, amplia y variada, Posada retrató las creencias y formas de vida cotidiana de los grupos populares, criticando los abusos del gobierno y la explotación del pueblo. Además, ilustró las famosas "calaveras", versos alusivos a la muerte que junto con sus demás ilustraciones, se distribuían en periódicos y hojas sueltas.

Las ideas de Posada eran de clara índole progresista y, al servicio de éstas, dibujó caricaturas y bocetos satíricos consagrados, en general, a elaborar una crónica de la vida mexicana de la época o a poner de relieve los sufrimientos de su pueblo bajo el yugo de los grandes terratenientes. Las sátiras de los políticos más influyentes de la época le costaron la cárcel en más de una ocasión. El gran número de encargos que se amontonaban en su taller le obligó a crear una técnica nueva, el grabado al ácido en relieve, mucho más rápida.

Su extensa producción gráfica, estimada en más de 20 mil grabados, realizados en litografía o planchas de metal, podría clasificarse como expresionista, puesto que recrea con extraordinaria imaginación, gran sentido humorístico y profunda capacidad crítica las lacras, miserias y prejuicios de la realidad social y política de su época.

Su obra abarca múltiples temas, entre los que destacan las célebres "calaveras" o imágenes de ultratumba; los "desastres", que comprenden catástrofes de tipo natural (inundaciones, epidemias, sucesos astronómicos, nacimientos de seres monstruosos), accidentes, hechos sobrenaturales, crímenes y suicidios; los "ejemplos" o lecciones morales que pueden extraerse ante la perversidad y bestialidad humanas; sucesos sociales y políticos, donde sobresalen las viñetas referidas a las ejecuciones y los "corridos" revolucionarios; los milagros religiosos; la serie denominada Don Chepito, que narra las desventuras de un solterón ridículo, una especie de antihéroe; así como las imágenes captadas de la vida cotidiana con inigualable precisión e intención certera.

José Guadalupe Posada fue considerado como un precursor del movimiento nacionalista en las artes plásticas por algunos de quienes lo protagonizaron: José Clemente Orozco, Diego Rivera, Francisco Díaz de León y Leopoldo Méndez. En 1933, veinte años después de su muerte, fue redescubierto por el pintor Jean Charlot, quien editó sus planchas y reveló la influencia de Posada sobre artistas de las posteriores generaciones. 

De acuerdo con el investigador Agustín Sánchez, Posada es un invento, de alguna manera, de dos personajes: el grabador Leopoldo Méndez y el muralista Diego Rivera. "Es decir, Posada nunca creyó que era un gran artista, que era un gran personaje. Y Diego Rivera lo inventa, como inventó a Frida Kahlo. Lo mismo Leopoldo Méndez: inventa un Posada que no tiene nada que ver con el Posada de la realidad, es decir, inventó un político radical, con una concepción política muy avanzada. Y las investigaciones recientes demuestran que no fue así: era un hombre que tan sólo trabajaba. Él iba haciendo los trabajos que le encargaban. No tiene nada que ver con esta imagen radical que nos han vendido durante muchos años, una imagen antiporfirista, radical.

"Por otro lado, una parte que es muy importante mencionar es cómo a pesar de que nos legó la Catrina, es interesante ver cómo esta invención de Posada tiene que ver con una falsa idea de la propia invención de Diego, porque la Catrina no es La Catrina, su nombre real es la Calavera Garbancera. Los garbanceros o las garbanceras eran los indígenas que querían ser como los españoles, mas no como indígenas. Es como hoy los mexicanos que quieren estar en McDonald?s y que quieren ir a Disneylandia, o sea, no asumen su mexicanidad. Eso era lo que Posada estaba criticando. Sin embargo, Diego Rivera la bautiza como la Catrina, así porque sí", revela Agustín Sánchez.
      
Gran dibujante, trabajador incansable y un gran técnico del grabado, Posada murió tan pobre como había nacido en Ciudad de México, el 20 de enero de 1913. Sus restos, que nadie reclamó, fueron sepultados en una fosa común.

En la ciudad de Aguascalientes, anexo al templo del Encino, se encuentra el Museo José Guadalupe Posada en donde se expone permanentemente parte la obra de este artista. También se montan exposiciones temporales de otros artistas gráficos. Se cuenta además, con una biblioteca de aproximadamente cinco mil volúmenes.

CON INFORMACIÓN DE CONACULTA

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