CIUDAD DE MÉXICO, México, mar. 28, 2013.- Tim Padgett, reportero de la revista Time, asegura que no podría estar más contento de que la economía de México esté recuperándose. Después de que difícilmente alcanzó un promedio de 2% annual de crecimiento entre 2000 y 2010, el Producto Interno Bruto de México se ha expandido casi 4% en 2011 y 2012.
La inversion está expandiéndose y la clase media se fortalece. México lidera la exportación de manufactura en América Latina y ocupa el lugar número 53 en el ranking del Banco Mundial de facilidad para hacer negocios; muy lejos del 126 que ocupa su rival regional: Brasil. México ha firmado más tratados de comercio que otro país (44) y tiene más estudiantes de ingeniería que cualquier otro país al sur del Río Bravo. Y, de acuerdo con Padgett, la tendencia que sigue el país merece aplausos.
Aquí, el r del texto publicado por Time enfatiza que se trata de una tendencia, no de un milagro; no es la versión económica de la aparición de la virgen de Guadalupe, como muchos paleros del gobierno federal, inversionistas o diplomáticos insisten en llamarle al trabajo realizado.
Sí, las buenas noticias provenientes de México siempre se agradecen, sobre todo después de más de una década de titulares dedicados a los horrores que dejó el narcotráfico; es evidente, asegura Padgett, que hay conversaciones más positivas cuando se habla de México.
Aunque, advierte, no importa cuánto se hable del cambio de México en los medios, los cárteles siguen cometiendo asesinatos y por más que se trate de exaltar las habilidades socio económicas que pueden ayudar al país, persiste la brutalidad.
Los medios no pueden borrar de un plumazo las 60 mil muertes relacionadas con la violencia ejercida por el crimen organizado que quedaron en los 7 años anteriores o dejar atrás las masacres o hacer que se olviden reportes como el de Human Rights Watch acerca de los desaparecidos que ha dejado el combate a las drogas.
Con casi 25 años cubriendo las noticias en México, Padgett se muestra escéptico cuando ve que los cabezales que apenas ayer se cubrían de sangre, hoy halan de México como el tigre azteca o como la nueva China. También toma distancia cuando eminentes columnistas, como Thomas Friedman, del New York Times, aseguran con facilidad que México se convertirá en el más dominante poder económico en el siglo 21, incluso más que China. Aunque, en descargo de Friedman, afirma Padgett, sí advirtió sobre los perniciosos efectos de las organizaciones criminales, la corrupción oficial o la debilidad de las leyes en el camino de la nación.
Pero aún más preocupante, afirma el reportero, es la facilidad con la que se olvidaron de lo que ocurrió hace dos décadas, cuando también se creía en el milagro mexicano que llevaría al país a liderar la economía mundial y de allí pasamos a uno de los peores desastres en la historia mexicana.
Este episodio en la comedia mexicana evoca un patrón familiar. México está anexado a la frontera sur de Estados Unidos y el es único país con el cual Washington y Wall Street se sienten realmente comprometidos, y un poco a regañadientes. Incluso, las instituciones estadounidenses se sienten irritadas cuando los medios se concentran en la relación disfuncional que se ha establecido, como ocurrió en los años ochenta, cuando ocurrió la llamada Década Perdida, debido a una crisis de crédito.
Después, en 1988, Carlos Salinas de Gortari, educado en Harvard, tomó posesión de la presidencia en 1988 y llamó a aterrizar reformas capitales, incluyendo el Tratado de Libre Comercio para la América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés). A partir de ese momento, aseguraban los periodistas más oficialistas de Estados Unidos y los ejecutivos de negocios, todo cambiaría al sur de la frontera. Y se fueron con el programa.
Salinas y sus tecnócratas vestidos de Armani vendieron tan bien la falacia del milagro mexicano, fueron tan efectivos, que muy pocos se dieron cuenta de la que fachada del Potemkin Mexicano se agrietaba cuando una rebelión indígena dio inicio en enero de 1994, anticipando el colapso culminaría con una calamitosa caída del peso, que requeriría 50 mil millones de dólares de rescate de Estados Unidos.
Por eso, insiste Padget, 20 años después nadie puede culpar a los reporteros que aún se resisten a proclamar, por la vía rápida, otro milagro mexicano, haciendo a un lado las disfunciones que persisten en México. Y no se trata sólo del crimen organizado, sino de la resistencia de un sistema judicial corrupto e incompetente para modernizarse y limpiarse. No se trata sólo de la inequidad social, que es enorme, sino de los vergonzosos monopolios de negocios que impiden la competitividad y contribuyen al aumento de precios.
Padget lamenta también que muchos ciudadanos tampoco se crean este nuevo milagro mexicano, pero, explica, aunque de acuerdo con el Banco Mundial 95% de la población está en una creciente clase media, la cifra oficial indica que 45% de los mexicanos está en rangos de pobreza.
No asombra que muchos mexicanos no estén de acuerdo con los números alegres, como Efraín Sánchez, obrero de la construcción, a quien el r del texto le sugirió que podría estar feliz porque los líderes económicos reunidos en Puerto Vallarta aseguraron que incluso él estaba en la clase media. De acuerdo con Padgett, el obrero, de 35 años, que prefería no casarse porque no sabía si podría con la carga financiera de mantener una familia, le respondió que en México, la definición de clase media se ha exagerado en las últimas fechas.
Andrés Oppenheimer, columnista del Miami Herald, recuerda Padgett, fue muy insistente en su escepticismo respecto del crecimiento de México. En la columna que publicó el 2 de marzo, titulada Todo mundo está entusiasmado con México, excepto los mexicanos, Oppenheimer retoma una encuesta reciente realizada por BGC, según la cual 66% de los mexicanos siente que la situación económica del país transita de regular a mala. Oppenheimer concluye que si los mexicanos no están convencidos, entonces todavía no es el momento de México.
Oppenheimer también subraya que mucho de la sensación luminosa que se ha colocado en México es la consecuencia newutoniana del consenso de que en Brasil comienza la oscuridad; el sentimiento de que comienza el declive del gigante sudamericano, cuyo auge lo llevó a ser la sexta economía del mundo después del años 2000.
Brasil, de hecho sí tiene una caída. El año pasado creció por debajo del 1% y tiene sus propios problemas estructurales para atender, como crear el sistema fiscal para no tener impuestos tan onerosos. Pero el crecimiento de Brasil fue posible, en gran medida, porque el gobierno decidió asumir los retos que México evade, como hacer que el crédito y el capital dejen de llegar sólo a los grandes monopolios, sino que sean accesibles para pequemos y medianos negocios, que son los que emplean a la mayor cantidad de la fuerza de trabajo.
El gobierno de Brasil, por lo menos de la mano de la presidente Dilma Rousseff, parece dar una batalla más en serio contra la corrupción. En México, la administración de Enrique Peña Nieto está dando señales de querer comenzar una lucha contra la corrupción con el arresto de Elba Esther Gordillo, ex líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, pero es sólo una señal que manda señales de una tendencia positiva y difícilmente puede constituir un miraglo.
El texto original fue publicado en inglés en el portal de la revista Time
TFO
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