CIUDAD DE MÉXICO, México, abr. 21, 2013.- Al final del Porfiriato, El Ateneo de la Juventud buscó difundir una imagen del México que se construía. Personajes como Antonio Caso, José Vasconcelos, Isidro Fabela, Vicente Lombardo Toledano y Manuel Gómez Morín, fueron impulsores de esa renovación nacional desde la cultura.
El exilio español y figuras como Daniel Cosío Villegas con su Historia Mínima de México resultaron fundamentales en esta odisea. La fundación de El Colegio de México y Alfonso Reyes fueron piezas angulares en ello.
En la literatura, Pedro Páramo de Juan Rulfo, Los de debajo de Mariano Azuela, y Martín Luis Guzmán con El águila y la serpiente y La sombra del caudillo, hicieron un retrato del México convulso como pocos lo habrían hecho. Con originalidad, ingenio e ironía, Juan José Arreola exploró la condición humana.
O bien, Octavio Paz y El laberinto de la soledad contribuyeron con su visión de México? En la época reciente, Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes o Elena Poniatowska miraron al México de las últimas décadas, desde distintas perspectivas.
El cine no ha sido ajeno esta representación nacional. Directores locales y extranjeros han presentado una imagen distinta a la literaria, acaso complementaria, cruda, folclórica o curiosa, del México del siglo XX. El cine ha filmado el México delincuencial y sórdido, hasta otro chabacano, idealista, de barriada o despreciado.
Algunos títulos: El automóvil gris de Enrique Rosas, Santa de Antonio Moreno, Vámonos con Pancho Villa de Fernando de Fuentes, Una familia de tantas de Alejandro Galindo, Nosotros los pobres de Ismael Rodríguez, Los olvidados de Luis Buñuel, El lugar sin límites de Arturo Ripstein, Canoa de Felipe Cazals, Cabeza de Vaca de Nicolás Echevarría o Días de gracia de Everardo Gout.
MACO
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