La historia del siglo XXI mexicano abunda en vicepresidentes que destituyen a presidentes a quienes juran lealtad.
Es un relato de chistes y sangre, en que el capítulo más desconcertante, por el humor involuntario que encierra, fue el protagonizado por Ignacio Comonfort.
La vida política de este hombre está marcada por altibajos. Después de la llamada Revolución de Ayutla, y de las renuncias de Antonio López de Santa Ana y de Juan N. Álvarez, fue presidente interino del 11 de diciembre de 1855 al 30 de noviembre de 1857.
El 5 de febrero de ese año se promulgó la Constitución que eliminaba los privilegios de la iglesia. La jerarquía católica amenazó con la excomunión a aquellos que juraban la nueva Constitución, pero como los militares y miembros del gobierno estaban obligados a respetarla, se abstuvieron de obedecer.
Se llevaron a cabo nuevas elecciones y Comonfort resultó electo. Fue presidente constitucional durante 17 días. Después nadie sabe qué pasó, pues el 17 de diciembre, Félix María Zuloaga, con apoyo del presidente, proclamó el Plan de Tacubaya, que desconocía la Constitución.
Comonfort, al adherirse a este plan, incurrió en una excentricidad de la política mundial: se desconoció a sí mismo.
VM,
[[order]] [[autor]] escribió el [[time | date DD/MM/YYYY HH:mm]]
[[comment]]